Nos conocíamos, sabíamos qué esperar el uno del otro, la vida nos había sonreído y tocaba una despedida, un final que fuera el que fuese no iba a hacer justicia a lo que habíamos vivido.
Como siempre ocurre en las despedidas, había sentimientos que toman decisiones por ti sin que tú te des cuenta, sentimientos enfrentados contra la lógica y la razón.
La tensión sexual entre ambos era fortísima, nos habíamos mordido, saboreado, lamido, probado… en múltiples ocasiones, no éramos unos extraños, ni mucho menos. Sabia sus puntos débiles y ella sabia los míos, estábamos en igualdad de condiciones y llevábamos mucho alcohol en el cuerpo, iba a ser imposible controlar esos sentimientos con tantas ganas de salir durante toda la noche, esos sentimientos con ganas de estropearlo todo.
No sé o no quiero saber quién de los dos se acercó antes al otro, el caso es que ya no podíamos evitarlo, su lengua jugaba con la mía y la mía huía de la suya, con miedo de que si me atrapaba, no iba a cansarme de lamerla.
Esto meses atrás no hubiese sido un problema, pero ahora sí que lo era, nos estábamos metiendo en un problema que más tarde traería consecuencias, habíamos conseguido frenar el deseo por volver a probarnos y hoy, en nuestra despedida, habíamos vuelto a caer.
Como siempre ocurre en las despedidas, había sentimientos que toman decisiones por ti sin que tú te des cuenta, sentimientos enfrentados contra la lógica y la razón.
La tensión sexual entre ambos era fortísima, nos habíamos mordido, saboreado, lamido, probado… en múltiples ocasiones, no éramos unos extraños, ni mucho menos. Sabia sus puntos débiles y ella sabia los míos, estábamos en igualdad de condiciones y llevábamos mucho alcohol en el cuerpo, iba a ser imposible controlar esos sentimientos con tantas ganas de salir durante toda la noche, esos sentimientos con ganas de estropearlo todo.
No sé o no quiero saber quién de los dos se acercó antes al otro, el caso es que ya no podíamos evitarlo, su lengua jugaba con la mía y la mía huía de la suya, con miedo de que si me atrapaba, no iba a cansarme de lamerla.
Esto meses atrás no hubiese sido un problema, pero ahora sí que lo era, nos estábamos metiendo en un problema que más tarde traería consecuencias, habíamos conseguido frenar el deseo por volver a probarnos y hoy, en nuestra despedida, habíamos vuelto a caer.
Mi lengua se había dado por vencida y ya podía volver a disfrutar de aquel tacto inconfundible que tenía la suya, de aquel sabor, de aquel juego. Cerré los ojos y me prometí a mí mismo dejarme llevar, disfrutar una última vez. Iba a ser la última de las muchas veces que nuestras lenguas se habían cruzado, “disfruta”, me dije a mí mismo.
Mi mano derecha sujetaba su carita, me había dado por vencido y no quería que se me escapara, mi mano izquierda estaba en su cintura, con unas intensas ganas de bajar un poco más hacia lo prohibido.
De repente, paró de besarme y sin darme tiempo a reaccionar, me abrazó, yo no supe qué hacer, mis sentimientos en aquel momento no ayudaron, nada me ayudaba. Le respondí el abrazo besándole en su cuello, ella se aparto de inmediato y comenzó a llorar.
Mis sentimientos ahora no ayudaban, al contrario, me lo ponían todo muchísimo más complicado.
Decidí llevarla fuera, a la calle, sacarla de la discoteca y así poder hablar con ella.
Le agarré de la mano, pude volver a sentir su piel suave, por un momento me hizo pensar que nos encontrábamos meses atrás, cuando no nos hacía falta estar borrachos para besarnos, para agarrarnos de la mano, para follarnos…
Nos encontrábamos fuera, sus ojos verdes brillaban a la luz de la noche y puede que fueran ellos los que me hipnotizaran. Le puse ambas manos en su cintura, ella hizo lo propio poniendo las suyas tras mi cuello. Me miró a los ojos y dijo lo que yo ya esperaba, esas dos palabras que acabarían con la noche esas dos palabras que esperas toda una vida que te digan y que si se dicen en un momento equivocado o a la persona equivocada, rompes la magia.
Así fue, esas dos palabras retumbaron en mis oídos, como si hubiese eco, no podía parar de escuchar su voz repitiéndolas, una cara de impotencia y desilusión se empezó a dibujar en mi rostro, la magia se había roto.
Entonces pasó algo que no me esperaba, tal vez fuesen sus ojos, tal vez el alcohol, no lo sé, el caso es que yo también repetí esas dos palabras malditas, sin parar de mirarle a los ojos. Por suerte, ella fue fuerte y frenó toda esta locura, sabía lo que ocurría y lo que ocurriría, rea realista y consciente de nuestra situación, el alcohol ya no tomaba decisiones por nosotros, ahora tan sólo éramos ella y yo, como había sido siempre, sólo ella y yo.
Dijo algo de lo cual me acordaré siempre y es que según ella: “Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”.
No quería olvidar lo que había pasado esta noche, no quería perderme también esta noche, quería recordar esta noche, soñar con ella, disfrutarla.
No me dio tiempo a reflexionar más cuando su lengua ya estaba jugando con la mía, haciéndome olvidar todo y dedicándome a disfrutar, sin más.
Pasamos unos muy intensos minutos comiéndonos la boca, volviendo a saborearnos, a probarnos, a mordernos. Yo ya me había dejado llevar por completo, sin parar de besarla, le empujé contra la pared más cercana y comencé a devorarle la boca, mientras mis dos manos se habían posado sobre su culo, agarrándolo bien fuerte y apretándola a mí.
Ella paró de besarme de nuevo, era una cualquiera, no era una más, una más a la que fuera a follarme contra una pared en plena calle.
Puso ambas manos sobre mi pecho y me dijo de pedir un taxi. Ella era la que llevaba la voz cantante, la que acertaba en sus ideas, yo estaba concentrado en que mis sentimientos hacia ella no me jugaran una mala pasada, confiaba en ella lo suficiente para saber que las decisiones que tomara hoy, no iban a ser las erróneas, tenía carta blanca.
Así hice, me había propuesto confiar en sus ideas y dejarme llevar, disfrutar. Nos acercamos a la carretera y nos pusimos a esperar que pasara algún taxi, hubo silencio, evitamos mirarnos hasta que uno paró.
El silencio siguió en el taxi, solo que ahora no podíamos evitar mirarnos, podía notar, sentir, como ella pensaba lo mismo que yo, nos habíamos dejado llevar e íbamos a cometer una locura.
Por fin llegamos a mi casa, me dispuse a abrir el portal y ella me abrazó por detrás mientras lo hacía. Subimos al ascensor y comencé a besarla de nuevo, volviendo a sentir la humedad y ternura de sus labios y lo juguetona que era su lengua.
Le empuje y ella se sujeto en la barra que había bajo el espejo del ascensor, me colé entre sus piernas sin poder parar de besarla, pero el ascensor llegó a su parada, me aparté de ella, abrí la puerta de mi piso y entramos en él.
No era la primera vez que acabábamos así en mi casa, pero iba a ser la última, nada podía fallar.
Era todo automático, yo llevándola a mi habitación, tirándola sobre mi cama y colocándome encima de ella, mientras mi boca pasaba a besarle el cuello y una de mis manos jugaba por colarse por su pantalón y comenzar así a jugar con su entrepierna.
Según ganaba centímetros mi mano dentro de su pantalón bien apretado y se colaba por su tanga, podía notar como su corazón latía más y más deprisa y fue notar esa humedad que tanto llevaba sin palpar y… volver a escuchar sus gemidos, volver a notar su cuerpo retorciéndose bajo el mío, volver a desearla.
Seguí jugando con mi mano, mojándomela por completo según se lo frotaba, yo estaba fuera de mí, tenía unas ganas increíbles de desnudarla, de volver a sentir aquello que hacía tanto que no sentía.
Le saqué la mano y me quité la parte de arriba, ella hizo lo propio y se quedó en sujetador. Volví a caer sobre ella y seguí jugando con mi lengua dentro de su boca, mordiéndole los labios. Ella quería tomar el mando, sentir que su opinión también contaba, me hizo tumbarme para ponerse ella encima y empezó a besarme, rozando sus labios y su lengua por mi pecho, bajando por mi ombligo, hasta llegar a mi pantalón.
Me miró y se puso a desabrocharme el cinturón, sacándomelo del pantalón y lanzándolo por la habitación, siguió por bajarme el vaquero hasta los pies, yo ya me había quitado las zapatillas por lo que con un rápido movimiento de piernas, acabé por quitármelos.
La tenía encima, aún con el sujetador y pantalón puestos, yo en cambio sólo tenía un bóxer como escudo, escudo que ya no escondía lo que protegía.
Se levantó y salió de la cama, poniéndose entre mis piernas, agarró mis bóxers y de un tirón me los bajó hasta las rodillas, con la ayuda de otro tirón ya me tenía completamente desnudo y con mi polla deseando sentir su tacto.
Ella aprovechó para quitarse sus pantalones bien ajustados y quedarse en ropa interior, pero… fue verla de aquella guisa y perder el norte, siempre le dije que me encantaba como le quedaba el tanga, ella por supuesto, se estaba aprovechando de ello.
No pude evitar levantarme y empezar a besarla, yo ya desnudo y con la polla súper dura, nos empezamos a besar ahí, de pie frente a la cama. Ella me empujó y me hizo sentarme en el borde de la cama, quitándose el sujetador aprovechando el momento.
Cruzó los brazos escondiendo sus tetas, no podía parar de mirarla, de desearla, yo era su juguete, era suyo, que me haga lo que quiera pensé.
Se agachó al lado de mí y con el culo en pompa empezó a frotárselo en mi polla, poniéndomela más y más dura. No pude contenerme, la agarré de las caderas y la apreté contra mí, quería que sintiese cómo me estaba poniendo.
Se tiró en la cama, abrió las piernas y me dijo: “te toca”. Para ella esto era un juego, siempre le habían gustado los juegos, como a mí, juguemos, me dije. Me lancé sobre ella, colándome entre sus piernas y la empecé a comer la boca, mientras agarraba su cabeza con una de mis manos y la apretaba contra mí, que notase mi fuerza, mi agresividad, mi rabia, que notase mi deseo por ella.
Paré de besarla, pasé a lamerle el cuello, esa parte que tan cachonda la ponía y tantas veces me había prohibido besarle en público, empecé a chupárselo, lamérselo, incluso a mordérselo como si me tratase de un vampiro, no pensé en las marcas que le pudiesen salir, tan sólo me dejaba llevar y a ella le estaba encantando.
Pasé otra vez a su boca, para no olvidarme de su sabor, una vez pasé a sus tetas, agarré una bien fuerte con mi mano derecha y me metí el pezón y todo lo que pude, jugando con él dentro de mi boca, lamiéndolo, mordiéndolo y tirando de él. Le agarré ambas tetas a la vez y se las junté, pasando mi lengua por ambos a la vez y estrujando una contra la otra haciendo círculos, masajeándolas y moviéndolas como a ella le gustaba.
Pero seguí bajando, empecé a lamerle la tripita y fue cuando ella no pudo soportar tanta tensión y me agarró la cabeza apretándome contra ella, quería sentirme, sentirme bien fuerte, quería asegurarse de que al menos esta noche, no iba a huir, iba a ser suyo y solo suyo.
Me soltó la cabeza y estiró los brazos por debajo de la almohada, retorciéndose mientras llegaba a esa parte tan deseada. Seguí lamiendo, aprovechando para morderle las caderas y entonces ya, después de tanto rato, decidí pasar a la acción. Le abrí el tanga y miré dentro, mirándola a ella y riéndome en un claro gesto de complicidad que aún teníamos. No quería hacerla sufrir más. Le moví el tanga un poco por la entrepierna y ahí se lo pude ver, tanto tiempo después, iba a volver a saborearlo.
No me lo pensé empecé a lamérselo, de arriba abajo y de abajo arriba, ella empezaba a retorcerse recordando tantos momentos juntos, empezaba a gemir y yo no paraba de lamer y lamer. Pero el tanga me incomodaba, le agarré de ambas manos y le hice levantarse, fue ella misma la que se quitó el tanga y aprovechando que yo me había quedado sentado en un borde de la cama, se agachó entre mis piernas y me la empezó a lamer, notando el calor cada vez que pasaba su lengua por ella. Tan sólo me dio un par de lamidas, ya que se dio la vuelta y de espaldas me la agarró y fue bajando sobre ella, hasta que tuvo la punta dentro, después, bajó de golpe.
Yo le agarré de la cintura y empecé a besarle el cuello, ella sonreía, no se movía, tan sólo quería sentirla dentro, disfrutarla. Cuando no le estaba besando el cuello podía ver su carita de placer, mordiéndose el labio y sonriendo, me estaba poniendo muy cachondo. De vez en cuando se movía de un lado a otro para sentir mi polla.
Fóllame, le dije al oído, ella suspiró, no se esperaba esas palabras de mí. Empecé a subir y bajar ambas manos por su cintura, a lo que volví a repetirle al oído: “fóllame”.
Ella soltó un “Dios” y empezó a subir y bajar lentamente mientras apoyaba su cabeza sobre mi hombro para poder concentrarse. Empezó a subir y bajar más rápido, haciendo más fuerza en las bajadas, sus gritos empezaban a ser desgarradores. Me dijo que esperase, se la sacó y se dio la vuelta, poniéndose de cara a mí. Puso ambas manos sobre mis hombros y esta vez fui yo quien dirigía a mi polla, ella fue bajando sobre ella, hasta que la volvió a tener dentro por completo. Se apretó a mí y empezó a follarme de nuevo, yo aprovechando la nueva postura, me dediqué a apretarle bien fuerte el culo, atrayéndola hacía mí para que la penetración fuese perfecta y también aprovechando que sus tetas estaban en el sitio perfecto para devorárselas, mordiendo una y después otra.
Ella fue arqueando su espalda cada vez más y yo la empecé a ayudar con las penetraciones, yo tenía mi cabeza entre sus tetas, las tenía totalmente mojadas de mi saliva y marcadas por mis mordiscos.
Según la tenía encima le di la vuelta y la tumbé sobre la cama, quedando yo de pie y entre sus piernas. Me la agarré y le metí la puntita, empujando hacia arriba y hacia abajo y frotándomela un poco, pero ella me cortó al grito de: “fóllame”.
Fue oírlo y metérsela hasta el fondo, agarrar sus dos piernas y empujarlas contra ella, haciendo que acabara con las rodillas sobre el pecho mientras yo no paraba de empujar. Mi polla no paraba de entrar y salir, estaba a punto de correrme y por sus gritos, me imaginé que a ella le pasaba lo mismo, hasta que… sucedió.
Fue como verme en un espejo, ver su carita al correrse, clamando al cielo, a Dios, mientras yo hacía lo mismo, corriéndonos ambos a la vez, copiando nuestras caras de placer, nuestra boca abierta, terminando con esa mirada de complicidad con la que sobran palabras, con esa sensación que te quedas después de un trabajo bien hecho.
Habíamos follado en multitud de ocasiones y en muy pocas ocasiones habíamos conseguido esto, capricho del destino, hoy, en nuestro último día de sexo, lo habíamos vuelto a repetir, el máximo exponente de la complicidad nos había guiñado el ojo.
Mi mano derecha sujetaba su carita, me había dado por vencido y no quería que se me escapara, mi mano izquierda estaba en su cintura, con unas intensas ganas de bajar un poco más hacia lo prohibido.
De repente, paró de besarme y sin darme tiempo a reaccionar, me abrazó, yo no supe qué hacer, mis sentimientos en aquel momento no ayudaron, nada me ayudaba. Le respondí el abrazo besándole en su cuello, ella se aparto de inmediato y comenzó a llorar.
Mis sentimientos ahora no ayudaban, al contrario, me lo ponían todo muchísimo más complicado.
Decidí llevarla fuera, a la calle, sacarla de la discoteca y así poder hablar con ella.
Le agarré de la mano, pude volver a sentir su piel suave, por un momento me hizo pensar que nos encontrábamos meses atrás, cuando no nos hacía falta estar borrachos para besarnos, para agarrarnos de la mano, para follarnos…
Nos encontrábamos fuera, sus ojos verdes brillaban a la luz de la noche y puede que fueran ellos los que me hipnotizaran. Le puse ambas manos en su cintura, ella hizo lo propio poniendo las suyas tras mi cuello. Me miró a los ojos y dijo lo que yo ya esperaba, esas dos palabras que acabarían con la noche esas dos palabras que esperas toda una vida que te digan y que si se dicen en un momento equivocado o a la persona equivocada, rompes la magia.
Así fue, esas dos palabras retumbaron en mis oídos, como si hubiese eco, no podía parar de escuchar su voz repitiéndolas, una cara de impotencia y desilusión se empezó a dibujar en mi rostro, la magia se había roto.
Entonces pasó algo que no me esperaba, tal vez fuesen sus ojos, tal vez el alcohol, no lo sé, el caso es que yo también repetí esas dos palabras malditas, sin parar de mirarle a los ojos. Por suerte, ella fue fuerte y frenó toda esta locura, sabía lo que ocurría y lo que ocurriría, rea realista y consciente de nuestra situación, el alcohol ya no tomaba decisiones por nosotros, ahora tan sólo éramos ella y yo, como había sido siempre, sólo ella y yo.
Dijo algo de lo cual me acordaré siempre y es que según ella: “Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”.
No quería olvidar lo que había pasado esta noche, no quería perderme también esta noche, quería recordar esta noche, soñar con ella, disfrutarla.
No me dio tiempo a reflexionar más cuando su lengua ya estaba jugando con la mía, haciéndome olvidar todo y dedicándome a disfrutar, sin más.
Pasamos unos muy intensos minutos comiéndonos la boca, volviendo a saborearnos, a probarnos, a mordernos. Yo ya me había dejado llevar por completo, sin parar de besarla, le empujé contra la pared más cercana y comencé a devorarle la boca, mientras mis dos manos se habían posado sobre su culo, agarrándolo bien fuerte y apretándola a mí.
Ella paró de besarme de nuevo, era una cualquiera, no era una más, una más a la que fuera a follarme contra una pared en plena calle.
Puso ambas manos sobre mi pecho y me dijo de pedir un taxi. Ella era la que llevaba la voz cantante, la que acertaba en sus ideas, yo estaba concentrado en que mis sentimientos hacia ella no me jugaran una mala pasada, confiaba en ella lo suficiente para saber que las decisiones que tomara hoy, no iban a ser las erróneas, tenía carta blanca.
Así hice, me había propuesto confiar en sus ideas y dejarme llevar, disfrutar. Nos acercamos a la carretera y nos pusimos a esperar que pasara algún taxi, hubo silencio, evitamos mirarnos hasta que uno paró.
El silencio siguió en el taxi, solo que ahora no podíamos evitar mirarnos, podía notar, sentir, como ella pensaba lo mismo que yo, nos habíamos dejado llevar e íbamos a cometer una locura.
Por fin llegamos a mi casa, me dispuse a abrir el portal y ella me abrazó por detrás mientras lo hacía. Subimos al ascensor y comencé a besarla de nuevo, volviendo a sentir la humedad y ternura de sus labios y lo juguetona que era su lengua.
Le empuje y ella se sujeto en la barra que había bajo el espejo del ascensor, me colé entre sus piernas sin poder parar de besarla, pero el ascensor llegó a su parada, me aparté de ella, abrí la puerta de mi piso y entramos en él.
No era la primera vez que acabábamos así en mi casa, pero iba a ser la última, nada podía fallar.
Era todo automático, yo llevándola a mi habitación, tirándola sobre mi cama y colocándome encima de ella, mientras mi boca pasaba a besarle el cuello y una de mis manos jugaba por colarse por su pantalón y comenzar así a jugar con su entrepierna.
Según ganaba centímetros mi mano dentro de su pantalón bien apretado y se colaba por su tanga, podía notar como su corazón latía más y más deprisa y fue notar esa humedad que tanto llevaba sin palpar y… volver a escuchar sus gemidos, volver a notar su cuerpo retorciéndose bajo el mío, volver a desearla.
Seguí jugando con mi mano, mojándomela por completo según se lo frotaba, yo estaba fuera de mí, tenía unas ganas increíbles de desnudarla, de volver a sentir aquello que hacía tanto que no sentía.
Le saqué la mano y me quité la parte de arriba, ella hizo lo propio y se quedó en sujetador. Volví a caer sobre ella y seguí jugando con mi lengua dentro de su boca, mordiéndole los labios. Ella quería tomar el mando, sentir que su opinión también contaba, me hizo tumbarme para ponerse ella encima y empezó a besarme, rozando sus labios y su lengua por mi pecho, bajando por mi ombligo, hasta llegar a mi pantalón.
Me miró y se puso a desabrocharme el cinturón, sacándomelo del pantalón y lanzándolo por la habitación, siguió por bajarme el vaquero hasta los pies, yo ya me había quitado las zapatillas por lo que con un rápido movimiento de piernas, acabé por quitármelos.
La tenía encima, aún con el sujetador y pantalón puestos, yo en cambio sólo tenía un bóxer como escudo, escudo que ya no escondía lo que protegía.
Se levantó y salió de la cama, poniéndose entre mis piernas, agarró mis bóxers y de un tirón me los bajó hasta las rodillas, con la ayuda de otro tirón ya me tenía completamente desnudo y con mi polla deseando sentir su tacto.
Ella aprovechó para quitarse sus pantalones bien ajustados y quedarse en ropa interior, pero… fue verla de aquella guisa y perder el norte, siempre le dije que me encantaba como le quedaba el tanga, ella por supuesto, se estaba aprovechando de ello.
No pude evitar levantarme y empezar a besarla, yo ya desnudo y con la polla súper dura, nos empezamos a besar ahí, de pie frente a la cama. Ella me empujó y me hizo sentarme en el borde de la cama, quitándose el sujetador aprovechando el momento.
Cruzó los brazos escondiendo sus tetas, no podía parar de mirarla, de desearla, yo era su juguete, era suyo, que me haga lo que quiera pensé.
Se agachó al lado de mí y con el culo en pompa empezó a frotárselo en mi polla, poniéndomela más y más dura. No pude contenerme, la agarré de las caderas y la apreté contra mí, quería que sintiese cómo me estaba poniendo.
Se tiró en la cama, abrió las piernas y me dijo: “te toca”. Para ella esto era un juego, siempre le habían gustado los juegos, como a mí, juguemos, me dije. Me lancé sobre ella, colándome entre sus piernas y la empecé a comer la boca, mientras agarraba su cabeza con una de mis manos y la apretaba contra mí, que notase mi fuerza, mi agresividad, mi rabia, que notase mi deseo por ella.
Paré de besarla, pasé a lamerle el cuello, esa parte que tan cachonda la ponía y tantas veces me había prohibido besarle en público, empecé a chupárselo, lamérselo, incluso a mordérselo como si me tratase de un vampiro, no pensé en las marcas que le pudiesen salir, tan sólo me dejaba llevar y a ella le estaba encantando.
Pasé otra vez a su boca, para no olvidarme de su sabor, una vez pasé a sus tetas, agarré una bien fuerte con mi mano derecha y me metí el pezón y todo lo que pude, jugando con él dentro de mi boca, lamiéndolo, mordiéndolo y tirando de él. Le agarré ambas tetas a la vez y se las junté, pasando mi lengua por ambos a la vez y estrujando una contra la otra haciendo círculos, masajeándolas y moviéndolas como a ella le gustaba.
Pero seguí bajando, empecé a lamerle la tripita y fue cuando ella no pudo soportar tanta tensión y me agarró la cabeza apretándome contra ella, quería sentirme, sentirme bien fuerte, quería asegurarse de que al menos esta noche, no iba a huir, iba a ser suyo y solo suyo.
Me soltó la cabeza y estiró los brazos por debajo de la almohada, retorciéndose mientras llegaba a esa parte tan deseada. Seguí lamiendo, aprovechando para morderle las caderas y entonces ya, después de tanto rato, decidí pasar a la acción. Le abrí el tanga y miré dentro, mirándola a ella y riéndome en un claro gesto de complicidad que aún teníamos. No quería hacerla sufrir más. Le moví el tanga un poco por la entrepierna y ahí se lo pude ver, tanto tiempo después, iba a volver a saborearlo.
No me lo pensé empecé a lamérselo, de arriba abajo y de abajo arriba, ella empezaba a retorcerse recordando tantos momentos juntos, empezaba a gemir y yo no paraba de lamer y lamer. Pero el tanga me incomodaba, le agarré de ambas manos y le hice levantarse, fue ella misma la que se quitó el tanga y aprovechando que yo me había quedado sentado en un borde de la cama, se agachó entre mis piernas y me la empezó a lamer, notando el calor cada vez que pasaba su lengua por ella. Tan sólo me dio un par de lamidas, ya que se dio la vuelta y de espaldas me la agarró y fue bajando sobre ella, hasta que tuvo la punta dentro, después, bajó de golpe.
Yo le agarré de la cintura y empecé a besarle el cuello, ella sonreía, no se movía, tan sólo quería sentirla dentro, disfrutarla. Cuando no le estaba besando el cuello podía ver su carita de placer, mordiéndose el labio y sonriendo, me estaba poniendo muy cachondo. De vez en cuando se movía de un lado a otro para sentir mi polla.
Fóllame, le dije al oído, ella suspiró, no se esperaba esas palabras de mí. Empecé a subir y bajar ambas manos por su cintura, a lo que volví a repetirle al oído: “fóllame”.
Ella soltó un “Dios” y empezó a subir y bajar lentamente mientras apoyaba su cabeza sobre mi hombro para poder concentrarse. Empezó a subir y bajar más rápido, haciendo más fuerza en las bajadas, sus gritos empezaban a ser desgarradores. Me dijo que esperase, se la sacó y se dio la vuelta, poniéndose de cara a mí. Puso ambas manos sobre mis hombros y esta vez fui yo quien dirigía a mi polla, ella fue bajando sobre ella, hasta que la volvió a tener dentro por completo. Se apretó a mí y empezó a follarme de nuevo, yo aprovechando la nueva postura, me dediqué a apretarle bien fuerte el culo, atrayéndola hacía mí para que la penetración fuese perfecta y también aprovechando que sus tetas estaban en el sitio perfecto para devorárselas, mordiendo una y después otra.
Ella fue arqueando su espalda cada vez más y yo la empecé a ayudar con las penetraciones, yo tenía mi cabeza entre sus tetas, las tenía totalmente mojadas de mi saliva y marcadas por mis mordiscos.
Según la tenía encima le di la vuelta y la tumbé sobre la cama, quedando yo de pie y entre sus piernas. Me la agarré y le metí la puntita, empujando hacia arriba y hacia abajo y frotándomela un poco, pero ella me cortó al grito de: “fóllame”.
Fue oírlo y metérsela hasta el fondo, agarrar sus dos piernas y empujarlas contra ella, haciendo que acabara con las rodillas sobre el pecho mientras yo no paraba de empujar. Mi polla no paraba de entrar y salir, estaba a punto de correrme y por sus gritos, me imaginé que a ella le pasaba lo mismo, hasta que… sucedió.
Fue como verme en un espejo, ver su carita al correrse, clamando al cielo, a Dios, mientras yo hacía lo mismo, corriéndonos ambos a la vez, copiando nuestras caras de placer, nuestra boca abierta, terminando con esa mirada de complicidad con la que sobran palabras, con esa sensación que te quedas después de un trabajo bien hecho.
Habíamos follado en multitud de ocasiones y en muy pocas ocasiones habíamos conseguido esto, capricho del destino, hoy, en nuestro último día de sexo, lo habíamos vuelto a repetir, el máximo exponente de la complicidad nos había guiñado el ojo.
La noche no acabó ahí, ya dije que todo era automático con ella, por lo que tuvo que quedarse a dormir para ducharnos juntos por la mañana, siendo esa ducha ya, nuestro último gran polvo de esta increíble despedida.
No hay reflexión posible después ni antes de este relato, cualquier reflexión sobre ello, será un claro error, tan sólo espero demostrar que en las despedidas no sólo se llora, a veces está bien dejarse llevar si conoces todas las posibles consecuencias de perder la razón por un día, si no las sabes, no te lances a la piscina a no ser que sea tu corazón quien te lo mande.
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Yo… quiero una despedida así!
dios mio… que intenso joder! love it
Buaah alucinante relato … me he quedado K.O. ^-^ … yo quería una despedida así con un chico pero no me dio oportunidad de hacerlo mio por ultima vez… huyó directamente de mis manos… una lastima =( pero bueno chico que te pongo un 9.8 eres un Crack