Ha pasado tanto tiempo que no sé ni por dónde empezar, por eso he dejado el principio para lo último y he empezado por el final. Un final que quizá es también el principio de mucho más.
Han pasado 12 años desde mi primer relato en este blog, probablemente más porque no sé muy bien cuándo publiqué el primero. Quizá habría estado interesante haber hecho algo especial en el 10º aniversario, pero soy muy malo para las fechas. Ahora me siento un poco mejor al no acordarme nunca del aniversario con mis parejas, veo que no es que sea un egocéntrico que sólo piensa en sí mismo, sino que simplemente soy un desastre completo y no parcial.
Me gustaría hablaros de amor, de desamor, pero es todo demasiado aburrido. Mi concepto de amor creo que no encaja demasiado bien en la sociedad actual, ya que se trata de una sociedad en la que la mayoría de personas no se han enamorado de verdad en su vida y jamás lo harán. Simplemente son hormiguitas que trabajan 8 horas al día y buscan una pareja como vía de escape que haga menos monótona su vida. El problema es que las vías de escape, son eso, vías por donde sueltas toda la mierda. ¿A vosotros no os pasa que cuando veis una pareja feliz paseando agarrados de la mano pensáis instantáneamente quién será el primero que al llegar a casa le mandará un privado de Instagram al tío/a que se están follando? Nah, realmente no soy así, pero me encanta darle dramatismo.
¿Qué es la vida sin engañarnos y colocarnos moralmente por encima de las otras personas para así auto convencernos que somos mejores? Bendita ignorancia de poder engañarte sin saber que lo estás haciendo. Para que luego haya gente que crea que ser tonto es algo negativo.
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.»
Aquí por suerte no va a morir nada, ni nadie. Podría aprovechar para introducir otra frase interesante con: «Lo que está muerto no puede morir».
Sea como fuere, tenemos que aceptarlo. Me frustra mucho que la gente no valore a los idiotas, que la gente no valore la necesidad de los infieles, de los imbéciles, de los ignorantes. ¿Qué es del bien sin el mal?
Cuando uno está tantas veces en la posición de recibir un mensaje después de que esa chica de la pareja del ejemplo llega a su casa, se empieza a dar cuenta que el amor está cada vez más lejos. ¿Pero no hemos sido creados para follar y que así no nos extingamos? Pues follemos y dejemos de pensar.
…
Gritaba muchísimo, hasta el punto en el que no sabía si le estaba gustando o si quería que alguien escuchara sus gemidos. Yo tampoco tenía claro si sus gritos me producían placer o incomodidad, pero no me quedaba mucho, por lo que decidí seguir. Por suerte tenía una cintura espectacular, por lo que me centré en ella mientras no paraba de follármela a cuatro patas, la postura ideal para acabar.
Sucedió.
Nos quedamos un rato tumbados en la cama, hablando sobre la noche y poco más, esas conversaciones que de cierto modo te obligas a tener con la persona que te acabas de follar y que sabes que te va a tocar dormir con ella toda la noche. Al poco rato parece que se quedó dormida y yo aproveché para ir al baño.
En el camino al baño vi que la puerta de la habitación de su compañera de piso estaba prácticamente abierta, imagino que como medida para poder soportar el calor que estaba haciendo ese verano. Al pasar por delante pude ver cómo parecía que se revolvía en la cama, como si se estuviese masturbando. No fui capaz de ver mucho, ya que tampoco quise fijarme demasiado y la única luz que había era la de la Luna tras pasando las cortinas de su cuarto.
¿Por qué mencionar a la Luna siempre suena romántico?
Al volver a la cama y pasar otra vez por delante de su habitación la puerta estaba cerrada, imaginé que me habría escuchado levantarme y tirar de la cadena. Antes de quedarme dormido estuve dándole vueltas a la cabeza, no por morbo, sino por cómo la pobre había tenido que estar soportando cómo volvíamos en el taxi su compañera de piso y yo haciéndonos de todo y para colmo al llegar a casa y meterse en la cama llevaría sin dormir horas porque con quien yo estaba durmiendo había decidido pasarse la noche gritando.
Los rayos del sol entraban cruzaban por la habitación y pese a no haber dormido las 8 horas diarias que recomienda la OMS, me desperté y supe que ya no iba a poder dormir más. Al mirar a mi lado vi cómo «S» (llamémosla así) se había ido, me dijo que tenía una reunión o algo así a primera hora de la mañana, entre vosotros y yo, tampoco me enteré muy bien porque no le hice mucho caso.
Me puse los bóxers y mi camiseta que estaba en el suelo y completamente arrugada antes de salir camino a la cocina, que estaba muerto de hambre. Supongo que tenía que recobrar las fuerzas perdidas por la noche, creo que aún me pitaba uno de mis oídos de los gritos de S.
Al llegar a la cocina me encontré con su compañera de piso (llamémosla «B»). Estaba preciosa, con una camiseta que no dejaba mucho a la imaginación al no llevar sujetador y con unas braguitas que casi no se le veían por el largo de su camiseta. Tenía el pelo recogido y os vuelvo a decir que estaba preciosa, sin maquillar. Sólo estaba ella y sus ojos azules. Se estaba tomando un café, o eso creo, realmente creo que lo último que le miré fue lo que llevaba en las manos.
– ¿De qué te ríes? Le dije mientras ella no paraba de mirarme de arriba a abajo y reírse.
– Nada, nada. Me decía mientras se seguía riendo y asintiendo con la cabeza.
– ¿Tan mal me queda la camiseta? Sé que está arrugada, pero aquí estamos entre amigos, ¿no?
– No, si la camiseta está bien.
– ¿Y qué es lo que te hace tanta gracia?
– Nada, nada. Bueno, ¿quieres un zumo o algo?
Ahora me reí yo.
– ¿Desayuno buffet o continental? Le pregunté.
– Supongo que buffet, porque lo que quieras te lo vas a tener que hacer tú.
– Sí, ya sé que tú eres más de hacerte las cosas tú sola y de no contar con nadie.
Se quedó blanca.
– No te preocupes, no vuelvo a tocar ese tema. Le dije mientras sonreía y le miraba fijamente.
– ¿Tú lo de las líneas rojas no te lo sabes no? Dices lo que te apetece.
– ¿Las líneas las tienes pintadas en el suelo? Lo digo porque es que de tus ojos aún no he bajado la vista. Bueno, miento, también te he mirado la boca.
– Así no lo vas a arreglar, dijo mientras sonreía.
– ¿Hay algo que arreglar? Ayer disfrutamos 3 personas en vez de 2, está bien saberlo. Le dije mientras sonreía intentando picarla.
– Ya te gustaría, me dijo.
– De hecho me gustó, lo poco que vi, claro. Le contesté mientras abría la nevera y cogía un Zumo de estos que nos dan cuando tenemos 12 años para que nos bebamos en el recreo del colegio.
– ¿No decías que no ibas a hablar del tema? Me dijo con una mirada seria.
– Aunque te pongas así no creo que te esté importando demasiado hablar de ello.
– Eres un morboso.
– ¿Lo dice la que se estuvo masturbando mientras se follaban a su compañera de piso en la habitación de al lado?
– No fue así…
– ¿Y cómo fue? Lo digo por si cuenta como trío, que los tengo apuntados.
Se empezó a reír.
– ¿Ves? Te estás riendo. ¿Cuenta como trío o no? Le dije mientras me alejaba para sentarme y beberme el zumo.
– No puede contar como trío porque tú habías acabado levantándote al baño y yo no. A no ser que los cuentes cuando tú acabas y nosotras no.
– Touché. Cambiando de tema, te queda muy bien la camiseta, le contesté mientras le miraba los pezones cada vez más marcados en ella.
– Me la he puesto por ti, sabía que te ibas a levantar y no era plan de aparecer desnuda por aquí.
– Sólo una pregunta y ya no vuelvo a sacar el tema.
– A ver… Me dijo mientras seguía sonriendo.
– Te aviso que sigo sin ver la línea roja, ¿estás segura que puedo preguntar?
– Estoy segura de que quizá pueda no responder.
– El trato es que tú respondas y yo no vuelvo a hacer bromas. Es buen trato, créeme que debo hacer un gran esfuerzo para no ser un payaso.
– Vale, qué.
– ¿Te estuviste masturbando pensando en tu compañera de piso y yo?
– Puede.
– El trato era que tenías que responder, te vuelvo a preguntar de otra forma. ¿Te estuviste masturbando imaginando que era yo el que te estaba follando y tú la que gritabas?
– Sí, me dijo mientras resoplaba y se mordía el labio, aunque en cuanto se dio cuenta, paró.
– La próxima vez que lo hagas me encantaría verlo.
– ¿El qué? Preguntó.
– Cómo te masturbas.
– Estás sobre la línea roja ahora mismo con eso que acabas de decir.
– Quizá y sólo quizá, tenga que enseñarte que la línea está un poco más alejada de lo que tú crees.
– Quizá.
– Enséñame y deja de morderte el labio.
Se acercó a mí, me puso la mano en la boca y me dijo que me callase. Me agarró de la mano y me llevó a su dormitorio.
– Siéntate en el sofá y mira, que es lo que quieres. Sólo mirar, ¿no?
– No hay que cerrarse a nada, B.
Se puso bajo las sábanas y se empezó a masturbar mientras me miraba, aunque yo no podía ver nada, sólo su cabeza y cómo se movía bajo las sábanas.
– Espera un momento, mejor sin sábanas. Le dije mientras tiraba las sábanas al suelo.
Empezó a retorcerse mientras tenía la mano dentro de su ropa interior, masturbándose y sin parar de mirarme, gemir y morderse el labio.
– Creo que también te sobra la parte de arriba, espera que te ayudo a quitártela. Le dije mientras levantaba los brazos y le quitaba la camiseta.
– Esto también me sobra, me dijo mientras se agarraba las bragas por la goma.
Me acerqué y se las quité. Estaba completamente desnuda, mirándome mientras se acariciaba el coño despacio, con delicadeza. Seguía preciosa, retorciéndose en la cama de morbo mientras se masturbaba.
– Más rápido, le dije.
Antes sólo se masturbaba el clítoris y se acariciaba por fuera, pero ahora se empezó a penetrar con los dedos y a gemir, a revolverse totalmente por la cama.
– Más rápido, le volví a decir.
Empezó a gemir más fuerte, a relamerse mientras me miraba.
– Para.
Paró en seco (de seco nada) y se empezó a acariciar el coño, pero muy despacio, como cuando después de una carrera sigues andando para no parar de golpe.
Me quité la camiseta y los bóxers, de pie y frente a ella. Por su cara era justamente lo que estaba esperando. Me la agarré y empecé a masturbarme mirándole. En cuanto yo empecé ella siguió, otra vez metiéndose los dedos y gimiendo cada vez más fuerte. Podía ver en sus dedos y su coño lo mojada que estaba. Yo la tenía durísima y el morbo de la situación me estaba matando.
– Sigue como ahora, no hagas nada. Le dije mientras me acercaba por un lado de la cama y le indicaba que girase la cabeza.
Me acerqué un poco y le metí la polla en la boca. Ella se giró para comérmela bien y paró de masturbarse, a lo que le alejé mi polla y le dije que no, que siguiese metiéndose los dedos, que no parase. Mientras tanto yo le volví a meter la polla en la boca, notando sus dientes, su lengua, la humedad de su boca, su saliva.
– Sigue como ahora, le dije mientras me sentaba sobre su pecho y le daba golpecitos con mi polla en su boca sin dejar que me la comiera. Se la rocé por los labios y por la cara, ella me la buscaba para metérsela en la boca como cuando estás jugando con una cuerda con tu perro y al quitársela te busca por toda la casa para quitártela.
Se la volví a meter en la boca, pero se la saqué al segundo. Ella no paraba de gemir, no había parado de masturbarse. Incluso noté que estaba ya a punto de correrse, que no era capaz ni de chuparme la polla cuando se la acercaba a la boca de los gemidos que estaba pegando. El morbo le estaba matando.
Le agarré la mano que tenía libre y me la puse en la polla, la agarré fuerte con mi mano y me empecé a masturbar con ella mientras yo no paraba de mirarla, de cruzar miradas. Le solté esa mano y ella siguió masturbándome sin mi ayuda, a lo que aproveché para cogerle la otra mano y saborear sus dedos, saborear el sabor de su coño desde sus dedos.
Me puse frente a ella y le miré. Me la agarré y me empecé a masturbar mirándole. Ella empezó a convulsionar mientras se metía los dedos, estábamos totalmente conectados.
Le aparté las manos del coño y le empecé a meter los dedos, empezó a chillar como creo que no había chillado en su vida, a revolverse por toda la cama haciéndome casi imposible que le masturbara. Tuve que agarrarla con mis piernas y el peso de mi cuerpo para poder seguir metiéndole los dedos, que estaba entrando y saliendo de su coño a toda velocidad hasta que… Explotó. Se corrió y empezó a salpicar todo durante unos segundos entre gritos y jadeos, yo no paraba de meterle los dedos, hasta que ella me agarró la mano y me dijo que parara.
Durante unos segundos se quedó como en trance y pensé que ya se había acabado todo, que ahora me haría una mamada y ya estaría, pero no. Me miró y se empezó a morder el labio que yo pensé que se iba a hacer sangre y sin que yo me lo esperara se empezó a masturbar otra vez. Había una mancha en la cama de su corrida y ella estaba completamente sudada.
Me acerqué con la cabeza a sus piernas y ella las abrió, como invitándome a entrar hasta donde yo quisiera. Puso las manos sobre mi cabeza y le empecé a comer el coño. Estaba todo tan mojado que casi no sabía dónde estaban mi lengua y mis labios. Empecé a jugar con la punta de mi lengua en su clítoris y ella apretaba mi cabeza contra su coño para que no me fuese nunca de ahí, pero me solté.
Le empecé a morder el interior de los muslos y agarrándole de las piernas y a base de tirones sobre la cama le puse a cuatro patas. Estaba calada, literalmente. Sus muslos goteaban y su coño estaba completamente rojo, creo que las líneas rojas habían desaparecido para nosotros.
No sé cuánto tiempo estuve, pero seguro que pasaron varios segundos en los que yo me quedé como un imbécil mirando la curva que hacía su espalda al ponerse a cuatro patas. Ni siquiera miraba hacia atrás esperando nada, sabía que lo que llegara era lo que necesitaba, estábamos totalmente conectados.
Me acerqué a su culo y lo empecé a morder, tenía el culo mojado de la corrida que se había pegado y a mí cada segundo que pasaba me daba más morbo todo. Empecé a jugar con mi pulgar en su culo, apretando, casi esperando una negativa por su parte, pero no la había. Apreté un poco más, metiéndolo entero y ella seguía igual, incluso empezó a gemir. Seguí jugando con mi dedo pulgar dentro de su culo. Me mojé bien mi mano en su coño y la restregué por su culo, aunque ya estaba mojado toda lubricación es poca.
Empecé a meterle los dedos por el culo, bien lubricados por su anterior corrida y ella me acompañó masturbándose el coño y gimiendo, mientras seguía a cuatro patas.
Paré y me alejé, mirando una vez más desde una mejor perspectiva su espectacular cuatro patas. Era el momento.
Me acerqué y empecé a jugar con la punta de mi polla en su culo, aún esperaba una negativa, pero la había. Mientras yo jugaba con la punta ella movía el culo, como pidiéndome sin hablar que se la metiese de una vez. Llevábamos un rato sin hablar, habíamos conectado tanto gracias al morbo que nos hablábamos simplemente con nuestra respiración.
Le metí la punta y empecé a apretar mientras ella se seguía masturbando y moviendo el culo de un lado a otro. Apreté más y más. Se la saqué. Empecé a darle golpecitos con ella en las nalgas, a lo que ella me contestó con gemidos que realmente eran una petición para que le follase el culo de una vez.
Una vez más le coloqué la punta y… se la metí. Gruñí de placer en cuanto la tuvo dentro entera. Aquí ya no había más juegos, empecé a follarle el culo sin parar, agarrándole de la cintura y el cuello. Ella se masturbaba el coño a duras penas mientras se retorcía de placer. No podía parar de metérsela, de sentirla.
Ya por fin giró la cabeza y me miró. Ella paró de masturbarse, como sabiendo lo que iba a pasar. Se la saqué y sin yo decir nada ella salió de la cama y se puso de rodillas frente a mí, esperando. No tardé mucho, a los pocos segundos me corrí entre gemidos y gruñidos de placer, directamente a su cara.
Ella se mordía el labio con toda la cara manchada, goteando por su boca e incluso sus tetas. Yo me acababa de correr, pero aquella imagen me puso más cachondo de lo que estaba 10 segundos antes de haberme corrido. Mientras ella pensaba que ya se había acabado todo y cogía las partes de la corrida que tenía sobre sus tetas con los dedos, yo me agaché y con la ayuda de mis manos le llevé todo a la boca.
Empezó a gemir mientras me chupaba los dedos y todas las manos y me limpiaba. Con un gesto le indiqué que me la podía chupar si quería, que no se me iba a bajar. No se la acerqué yo mismo a la boca por si no le apetecía después de lo que le acababa de hacer.
Me la empezó a comer, ahora sí, como ella quería. Me miraba con esos malditos ojos azules mientras recorría mi polla con su lengua, mientras hacía círculos en la punta mientras me la masturbaba con una mano y con la otra me masajeaba los huevos. Había cosas de aquella noche que pensé que no me gustaban, hasta que lo hice con ella.
Me indicó que me sentara y pensé que literalmente me iba a devorar la polla hasta correrme, que se sentía en deuda o algo, pero no. No quería que me sentase, me empujó con una mano el pecho y me hizo tumbarme sobre la cama.
Acto seguido se sentó en mi cara y empezó a restregarse el coño en mi boca mientras gemía. Se había soltado totalmente, estaba haciendo lo que más le apetecía y teníamos la confianza que muchas parejas no logran a tener nunca en el sexo.
Mientras me restregaba el coño en la boca yo le agarraba el culo. No paraba de rozarse el coño en toda mi cara, que la tenía ya totalmente mojada de lo húmeda que tenía su entrepierna.
Se me quitó de encima y me indicó que me sentase en el borde de la cama. Llevábamos muchísimo rato sin hablar, era todo a base de gestos y gemidos.
Puso una mano sobre mi hombro mientras con la otra me la agarraba y se la colocaba para dejarse caer. Fue un gemido conjunto mientras ella dejó caer su peso sobre mi polla, entrando lentamente hasta que se dejó caer del todo.
Pasó sus manos alrededor del cuello y me empezó a comer la boca, a lo que me percaté que era nuestro primer beso. Curiosamente le había dado hasta por el culo sin habernos dado ni un beso, el morbo manda, supongo.
Pese a lo cachondos que estábamos y que ella no paraba de mover sus caderas con mi polla dentro el beso estaba siendo eterno y lento. Su lengua buscaba a la mía con delicadeza, sus dientes se clavaban de vez en cuando en mi labio inferior y los míos en el suyo, pero con cariño, despacio.
Me lancé a su cuello y empecé a comérselo, a lo que ella me aprobó el movimiento con gemidos más fuertes y más movimientos de cadera, haciendo que mi polla estuviera en el paraíso. Paré de comerle el cuello y al mirar me di cuenta que tenía un espejo de pie justo enfrente y se veía la escena de estar yo sentado y ella subiendo y bajando sobre mi polla, lo que me puso más cachondo aún y empecé a jadear de placer físico, mental y visual por dos.
Ella lo notó, notó que yo empezaba a gemir más fuerte y que no le estaba comiendo la boca, ni el cuello, que estaba pendiente de otra cosa. Miro hacia atrás y se dio cuenta del espejo, que por su reacción nunca se había percatado de lo divertido que podía ser.
– ¿Te gusta verme? Me preguntó. Fueron las primeras palabras que intercambiamos desde hacía muchísimo rato.
– Me encanta verte y cómo me estás follando, le contesté mientras le miraba los ojos y la boca, que la tenía otro el rato entre abierta por los jadeos de placer.
Se quitó de encima, miró al espejo y me empezó a follar de espaldas, mirando los dos de cara al espejo.
– Ahora yo también puedo verlo, me dijo.
En el espejo la podía ver retorcerse mientras me follaba y cómo mi boca estaba todo el rato recorriendo el espacio entre su hombro y su cuello. Se inclinó más hacia atrás y yo que estaba jugando con sus pezones y sus caderas me centré más en éstas últimas y las agarré fuerte.
Mientras la tenía bien sujeta y no paraba de mirar su cara de placer en el espejo, empecé a follármela desde abajo, apretando con las piernas. Ella empezó a temblar y yo estaba a punto de…
– Córrete me dijo, como si supiera que estaba a punto.
Le contesté con un gemido y empecé a darle más fuerte desde abajo mientras le mordía el cuello.
– Córrete conmigo, me dijo esta vez. Córrete dentro de mí, pude entenderle entre sus gemidos.
Y me corrí a la vez que ella se tambaleaba sobre mí, los dos empezamos a temblar y yo me corrí dentro de ella, notando un calor inmenso que acabó en una paz que nunca había sentido.
Caí boca arriba sobre la cama y ella conmigo, que se quedó encima de mí durante un rato, hasta que decidió colocarse a un lado. Los dos nos quedamos mirando hacia arriba, como acaban los polvos en las películas, mirando el techo como si la explicación de lo que acababa de pasar estuviera allí.
Se empezó a reír.
– Ten cuidado que todo ha empezado haciéndote reír. Le dije riéndome yo también.
– Joder, dijo entre suspiros.
– ¿Era esto más o menos lo que imaginaste ayer por la noche?
– Sí, ha sido exactamente igual, me dijo mientras se seguía riendo y me miraba.
– Me alegro haber estado al nivel de tu imaginación. Le dije mientras le pegaba un último mordisco en el cuello.
Ella no paraba de suspirar.
– ¿Estás bien? Le pregunté.
– No hagas eso.
– ¿El qué? Le dije entre risas, casi imaginándome lo que pasaba.
– Follarme así y luego preocuparte por mí.
– Si el orden fuese al revés quizá nunca te habría follado así.
Me sonrió haciendo un gesto con la cabeza como dándome la razón mientras se acurrucaba a mi lado y yo le abrazaba, dándome aún más la razón. ¿O la suya? A veces da igual quién tiene la razón, lo único que importa es saber que las líneas rojas son difíciles de ver cuando las pintas en el suelo y tienes los ojos azules. Bendita ceguera.
Si has leído el relato haciendo alguna pausa: De nada.
Si has leído el relato sin hacer ninguna pausa: De nada, por si acaso.
Hero!!!!
El relato me ha encantado, aunque un poco guarrete… jajaja
Gracias Jajaja