Al grano, no os voy a aburrir con la típica introducción así que pongámonos en situación; típico viaje fuera de tu país, de tu casa y de tu entorno, donde no tienes nada que arriesgar y donde nadie te está controlando. La verdad no esperas conocer a nadie pero tampoco te echa para atrás la idea de tener la típica aventura que siempre te deja ese sabor agridulce al final, por eso se podría decir que esta historia es sobre una crema catalana, con esas partes de caramelo quemado que tan amargas están. La verdad tiene más que ver con la procedencia de la chica con la que estuve que con otra cosa porque no hubo por medio más dulce que el de su entrepierna.
Todo comenzó aquella noche en aquel país extraño en el que conoces a poca gente y en el que está ella. Sin intenciones ni planes, sin ni siquiera pensamientos de hacer nada de nada. En realidad ya me había fijado en ese culito perfecto días antes pero seguía sin darle importancia. La música estaba bastante alta y tanto el alcohol como el humo del cigarrillo que ella misma me había ofrecido hacían que no estuviera todo lo lúcido que debiera y por ello cometí el dulce error de acercarme a ella, con el simple propósito de robarle un abrazo.
Bajé y la rodeé con mis brazos cuando sentí cómo sus dientes se clavaban en mi cuello. En ese preciso momento todo cambió, es como si fuera otro y no podía pensar en otra cosa que llevármela de ahí y dar rienda suelta a nuestros deseos. Por ello la seguí hasta donde teníamos los abrigos, la arrinconé y le dije “De aquí no te mueves”. No estábamos solos y ella tenía la extraña sensación de que los demás del grupo se enfadarían por estar juntos.
Me cogió de la mano y me subió a la segunda planta donde nadie nos conocía. Me llevó a un rincón y me pegó contra la pared donde su boca y la mía se hicieron una. Nuestras lenguas se entrelazaban y nuestros cuerpos se movían unidos al ritmo de la música de fondo. No sé ni qué canciones estaban sonando, la verdad no me interesaban demasiado puesto que tenía algo mejor entre las manos. En unos segundos ya había desabrochado su sujetador con la mano izquierda y ella me paró y me dijo “Me lo has desabrochado, no sé ni cómo” y pude notar cómo su lengua relamía sus labios a la vez que pronunciaba esas palabras. Me cogió la mano y la llevó a su entrepierna a la que no fue muy difícil entrar a pesar de esas medias negras que tanto me habían estado poniendo desde el primer momento que la vi. Había lubricado, muchísimo, y esa textura gelatinosa de mis dedos entre los labios de su coño me volvía loco. Lo repasé a conciencia notando lo suave que estaba y lo caliente y mojado que lo tenía, cosa que hizo que al instante mi polla creciera y estuviera a punto de reventarme dentro de los pantalones. Ella hizo lo propio conmigo y me la estuvo tocando un buen rato mientras que mutuamente nos masturbábamos en un lugar donde probablemente no nos volverían a ver nunca más.
Me mordía los labios a la vez que movía lentamente su mano hacia arriba y hacia abajo, pajeándome y haciendo que la empalmada que llevaba no me aguantara más, yo iba lamiendo desde su oreja hasta su canalillo, repasando su cuello una y otra vez haciéndola gemir ahogadamente para que no nos oyeran demasiado. Pasé rápidamente de su entrepierna a su culo y eso la puso aún más a tono y me mordía con mayor fuerza. Le di la vuelta y la puse contra la pared y pasando sus brazos sobre su cabeza la estuve besando un buen rato, aprisionándola para que no pudiera escapar y juntando bien mi cuerpo con el suyo para que notara lo que instantes más tarde iba a estar dentro de su cuerpo, poseyéndola y llenándola entera, haciendo que notara la presión en el estómago. Esto hizo que el ambiente fuera caldeándose aún más. Volví a darle la vuelta y para que no nos viera nadie me apoyé sobre la pared quedándome a la altura de su pecho, bajé un poco su escote y pude disfrutar durante unos minutos de sus pezones rosados que se erizaban cada vez que pasaba mi lengua sobre ellos. Los iba rodeando con la punta y lamiéndolos enteros, mordiéndolos ligeramente para que se le escaparan unos leves gritos de esa boca que tanto ansiaba.
No aguantaba más y tenía que metérsela ya, tenía que sentir el calor que desprendía su coño y tenía que sentir cómo me mojaba la polla entera. Aquella noche los reservados de aquel lugar no estaban demasiado ocupados así que nos colamos en uno y empezamos a dar rienda suelta a nuestros deseos. Me empujó violentamente a la pared y me rasgó la camiseta para después quitármela de un tirón. Yo le di la vuelta y le quité el vestido, dejándome ver ese espectacular cuerpo, rodeándola con mis brazos y cubriendo sus tetas con mis manos, acariciándolas y excitando sus pezones. Todo lo demás fue bastante rápido, nos terminamos de desnudar y antes de darme cuenta estaba metido entre sus piernas, repasando con mi lengua aquella entrepierna que había tenido antes entre mis manos. Mordisqueando alrededor de su coño y haciéndola desesperar porque lo que ella quería es que se la metiera hasta el fondo, que se la metiera duramente y no tuviera nada de compasión. La verdad que me confesó que le iba el maso y tengo que decir que eso me puso bastante cachondo e hizo que mi polla terminara de crecer. Ella lo quería todo y lo quería ya, me tiró sobre la cama y se puso encima de mi… no puedo describir la sensación de calor que sentí cuando se la metí por primera vez, fue bastante increíble y bastante fácil puesto que había lubricado mucho. Aquella imagen era espectacular, ella sobre mí, inclinando su cuerpo para atrás y dejándome ver bien sus tetas a la vez que iba subiendo y bajando, dándome el mayor de los placeres que había experimentado hasta el momento.
Aquella voz con la que me dijo “por favor, necesito que me FOLLES” me hizo estallar, darle la vuelta y ponerla en posición perrito y desahogarme, darle todo lo duro que pude darle, hacerla gritar de placer. Estaba frenético pero tenía que relajar, no podía terminar aún, no con la chica que encontré por casualidad y no con esta crema catalana que de momento me estaba gustando tanto. Pero su forma de gritar, su forma de hacerme sentir que de verdad estaba dentro de ella no me permitió aguantar durante mucho más.
Después de acabar, ambos nos vestimos y salimos de allí… nos despedimos como si nos fuéramos a ver al día siguiente pero la verdad es que nunca la volví a ver. Y ese es el sabor agridulce que os decía antes, el sabor a caramelo quemado que se queda siempre al final, el saber que jamás volvería a disfrutar de la parte dulce del postre, el saber que jamás volveré a disfrutar de esa crema catalana.
Todo comenzó aquella noche en aquel país extraño en el que conoces a poca gente y en el que está ella. Sin intenciones ni planes, sin ni siquiera pensamientos de hacer nada de nada. En realidad ya me había fijado en ese culito perfecto días antes pero seguía sin darle importancia. La música estaba bastante alta y tanto el alcohol como el humo del cigarrillo que ella misma me había ofrecido hacían que no estuviera todo lo lúcido que debiera y por ello cometí el dulce error de acercarme a ella, con el simple propósito de robarle un abrazo.
Bajé y la rodeé con mis brazos cuando sentí cómo sus dientes se clavaban en mi cuello. En ese preciso momento todo cambió, es como si fuera otro y no podía pensar en otra cosa que llevármela de ahí y dar rienda suelta a nuestros deseos. Por ello la seguí hasta donde teníamos los abrigos, la arrinconé y le dije “De aquí no te mueves”. No estábamos solos y ella tenía la extraña sensación de que los demás del grupo se enfadarían por estar juntos.
Me cogió de la mano y me subió a la segunda planta donde nadie nos conocía. Me llevó a un rincón y me pegó contra la pared donde su boca y la mía se hicieron una. Nuestras lenguas se entrelazaban y nuestros cuerpos se movían unidos al ritmo de la música de fondo. No sé ni qué canciones estaban sonando, la verdad no me interesaban demasiado puesto que tenía algo mejor entre las manos. En unos segundos ya había desabrochado su sujetador con la mano izquierda y ella me paró y me dijo “Me lo has desabrochado, no sé ni cómo” y pude notar cómo su lengua relamía sus labios a la vez que pronunciaba esas palabras. Me cogió la mano y la llevó a su entrepierna a la que no fue muy difícil entrar a pesar de esas medias negras que tanto me habían estado poniendo desde el primer momento que la vi. Había lubricado, muchísimo, y esa textura gelatinosa de mis dedos entre los labios de su coño me volvía loco. Lo repasé a conciencia notando lo suave que estaba y lo caliente y mojado que lo tenía, cosa que hizo que al instante mi polla creciera y estuviera a punto de reventarme dentro de los pantalones. Ella hizo lo propio conmigo y me la estuvo tocando un buen rato mientras que mutuamente nos masturbábamos en un lugar donde probablemente no nos volverían a ver nunca más.
Me mordía los labios a la vez que movía lentamente su mano hacia arriba y hacia abajo, pajeándome y haciendo que la empalmada que llevaba no me aguantara más, yo iba lamiendo desde su oreja hasta su canalillo, repasando su cuello una y otra vez haciéndola gemir ahogadamente para que no nos oyeran demasiado. Pasé rápidamente de su entrepierna a su culo y eso la puso aún más a tono y me mordía con mayor fuerza. Le di la vuelta y la puse contra la pared y pasando sus brazos sobre su cabeza la estuve besando un buen rato, aprisionándola para que no pudiera escapar y juntando bien mi cuerpo con el suyo para que notara lo que instantes más tarde iba a estar dentro de su cuerpo, poseyéndola y llenándola entera, haciendo que notara la presión en el estómago. Esto hizo que el ambiente fuera caldeándose aún más. Volví a darle la vuelta y para que no nos viera nadie me apoyé sobre la pared quedándome a la altura de su pecho, bajé un poco su escote y pude disfrutar durante unos minutos de sus pezones rosados que se erizaban cada vez que pasaba mi lengua sobre ellos. Los iba rodeando con la punta y lamiéndolos enteros, mordiéndolos ligeramente para que se le escaparan unos leves gritos de esa boca que tanto ansiaba.
No aguantaba más y tenía que metérsela ya, tenía que sentir el calor que desprendía su coño y tenía que sentir cómo me mojaba la polla entera. Aquella noche los reservados de aquel lugar no estaban demasiado ocupados así que nos colamos en uno y empezamos a dar rienda suelta a nuestros deseos. Me empujó violentamente a la pared y me rasgó la camiseta para después quitármela de un tirón. Yo le di la vuelta y le quité el vestido, dejándome ver ese espectacular cuerpo, rodeándola con mis brazos y cubriendo sus tetas con mis manos, acariciándolas y excitando sus pezones. Todo lo demás fue bastante rápido, nos terminamos de desnudar y antes de darme cuenta estaba metido entre sus piernas, repasando con mi lengua aquella entrepierna que había tenido antes entre mis manos. Mordisqueando alrededor de su coño y haciéndola desesperar porque lo que ella quería es que se la metiera hasta el fondo, que se la metiera duramente y no tuviera nada de compasión. La verdad que me confesó que le iba el maso y tengo que decir que eso me puso bastante cachondo e hizo que mi polla terminara de crecer. Ella lo quería todo y lo quería ya, me tiró sobre la cama y se puso encima de mi… no puedo describir la sensación de calor que sentí cuando se la metí por primera vez, fue bastante increíble y bastante fácil puesto que había lubricado mucho. Aquella imagen era espectacular, ella sobre mí, inclinando su cuerpo para atrás y dejándome ver bien sus tetas a la vez que iba subiendo y bajando, dándome el mayor de los placeres que había experimentado hasta el momento.
Aquella voz con la que me dijo “por favor, necesito que me FOLLES” me hizo estallar, darle la vuelta y ponerla en posición perrito y desahogarme, darle todo lo duro que pude darle, hacerla gritar de placer. Estaba frenético pero tenía que relajar, no podía terminar aún, no con la chica que encontré por casualidad y no con esta crema catalana que de momento me estaba gustando tanto. Pero su forma de gritar, su forma de hacerme sentir que de verdad estaba dentro de ella no me permitió aguantar durante mucho más.
Después de acabar, ambos nos vestimos y salimos de allí… nos despedimos como si nos fuéramos a ver al día siguiente pero la verdad es que nunca la volví a ver. Y ese es el sabor agridulce que os decía antes, el sabor a caramelo quemado que se queda siempre al final, el saber que jamás volvería a disfrutar de la parte dulce del postre, el saber que jamás volveré a disfrutar de esa crema catalana.
Escrito por Crema Catalana.
Me ha encantado 😉
Buenisimo! Me Encanto!! (LL)
soi del Tuenti Thelma Fardin