¡Disfruta mucho más de ti!

Yo antes tenía un blog

Yo antes tenía un blog…
Un blog en el que follaba, reía y nunca cantaba. Y ahora…

Mis últimas entradas son intrascendentes, como lo son los peces de un acuario en el que hay tiburones. Perdemos millones de segundos de nuestra vida leyendo cosas que después no ponemos en práctica, leyendo filosofías de vida que nos iluminan pero que se apagan en nuestro cerebro nada más acostarnos… Es triste, en realidad, somos tristes, sabemos nuestras metas, sabemos que el horizonte está más allá de lo que vemos y aún así, siempre hay excusas, siempre hay más preguntas que nos obligan a quedarnos en el mismo sitio, en ese sitio cómodo en el que nadie puede herirnos.

A veces toca arriesgarse, jugártela, que aún sabiendo que es probable que pierdas, serás el más positivo de todos los corredores y que cuando tus piernas fallen, tu mente hará el resto.
Es fácil hablar, mandar a otros hacer lo que realmente quieres hacer tú, así es la vida, si no puedes hacerlo… ¡Manda a otro que lo haga y enfádate si no es capaz! Eso o… Puedes ser de esa minoría de personas tachadas a veces de egocéntricas que buscan superarse cada día.

La gente es envidiosa por naturaleza, incluso me atrevo a decir que en el gremio femenino lo sois mas (¡Buuu, machista, a la hoguera!), si ya se da la casualidad de que vivimos en España la probabilidad de que los de tu alrededor tengan a la envidia como el más endiosado de sus sentimientos sube exponencialmente.

Es divertida la envidia, nos hace machacar a los demás para vernos superiores y cuando eso es imposible, intentamos desprestigiarlo sea como sea. Nos importa tanto el físico de los demás que resulta curioso que cuando más sale a relucir la envidia es cuando algo está relacionado con el tema de la inteligencia.
¿Has sacado un 10? ¡Bah! ¡Pero si estudias 20 horas al día!
¿Trabajas como director de Repsol? ¡Bah! ¡Si es que eres un pelota y te lo has ganado a base eso!

Cuando todos nuestros argumentos caen y no se nos ocurre nada más, recurrimos a la suerte.

¿Has sacado un 10 estudiando tan poco? ¡Qué suerte, seguro que te ha tocado justo lo que mejor te sabías!

Suerte o no, la suerte se busca y como dice un conocido anuncio de Televisión (Pongo la T en la mayúscula ya que si vosotros le dais tanta importancia yo tendré que dársela plasmada en una palabra)

La suerte es una actitud.

Pasaban los días y no tenía ganas de salir de casa, necesitaba subir mi ego con alguna otra pobre chica que sólo quisiera un polvo y algo de conversación. Eran las 10 de la mañana y no tenía nada de sueño, me preguntaba que estaba pasando con mi anterior yo, ahora me estaba volviendo un animal de vida diurna, de esos que al poco tiempo se buscan una novia y olvidan sus dotes seductoras por completo.

Era hora de salir, lo bueno de la primavera es que con una camiseta y una chaqueta low cost del Zara ya puedes desmarcarte del resto pero no parecer encasillado en algún grupo de clase urbana, lo que nos permite abarcar todos los tipos de mujer que pululan por ahí. (¿Pululan? ¿De verdad he escrito yo eso?).

Sea como fuere, ya estaba en la calle, aprovecho para mandar un caluroso agradecimiento al creador de las vaqueros como pantalón casual, es increíble que peguen con todo.

Retiro, nada interesante.
Librería de la FNAC, nada interesante.
Gran Vía y alrededores, ninguna guiri interesante.

Pero por favor, ¿dónde estaban escondidas las mujeres guapas de Madrid? ¿Se habían pasado ellas a la vida nocturna?

UCM, ¡mira esa! Falsa alarma se está comiendo la boca con un tío y aunque creo firmemente en mis dotes no creo que merezca la pena llevarme un puñetazo o puede que dos.

Primavera, Madrid y ninguna mujer que merezca la pena, la verdad es que siempre he sido algo especial, no busco sólo un físico (¡Oh, qué mono!) busco una mente que sepa mover ese cuerpo, alguien que me transmita algo especial con sus movimientos. Es lo que me gusta de Madrid, sobran las guapas, hay tanta gente guapa que lo que realmente te llama la atención de alguien es otra cosa.

Ya en el metro camino a casa la burbuja que me rodeaba con olor a One Millon estaba a punto de debilitarse al estar rodeada por todos los flancos por axilas sudorosas de gente que se dirigía al centro.

Ahí estaba ella, rubia, con una trenza a un lado, sentada al lado de la puerta y leyendo un libro titulado «Cómo sobrevivir a una revolución zombie» o algo parecido. Generalmente la gente que lee ese tipo de libros y que escucha música heavy es la gente más interesante que te puedes encontrar en la vida, veamos…

Me senté a su lado y me quedé mirando su libro, en efecto, no había cambiado el papel de portada, el libro iba sobre eso.

– Si te estás preparando para una posible invasión zombie no creo que el metro sea el mejor lugar en el que resguardarte. Le dije mientras me reía.
– Bueno si realmente pasa no creo que haya muchos lugares seguros, dijo entre risas.
– Si nos invaden los zombies, me pido ser el sheriff.
– ¿Tienes pistola? Me preguntó.
– No, pero tengo estrella, al menos mi madre siempre me decía eso, y las madres nunca mienten… ¿Verdad?

– Claro, claro, las madres siempre nos dicen la verdad. No podía parar de reírse.

Tenía que acelerar el proceso, no sabía en qué parada iba a bajarse y ni siquiera sabía sus planes de hoy.

– Me voy a ir a tomar un café al centro, quiero aprovechar ahora que aún lo sirven camareros humanos, ¿te apuntas?
– Un desconocido que me habla de zombies y que quiere invitarme a un café…
– ¿Invitarte? ¡Somos estudiantes! Aquí cada uno se paga lo suyo, le corté entre risas.
– ¿Y por qué iba a aceptar el tomarme un café contigo? Me preguntó mientras puso cara de «te he pillado».
– Porque soy el Sheriff, la autoridad y tienes que hacer lo que yo te diga.
– No hay zombies, no eres el Sheriff, respondió entre risas.
– Si hace falta que haya zombies para que me acompañes a tomarme un café los puede haber, pero que sepas que no soy muy partidario de la violencia para conseguir cafés.

– Vale, pero aún no sé ni tu nombre.
– Puedes llamarme como quieras, yo pensaba llamarte rubia sin más.
– ¿Ese es tu truco para no confundir nombres? Me volvió a preguntar con cara de «te he pillado».
– No, mi truco para no confundir los nombres es evitar tener conversaciones largas.

Habíamos llegado a nuestra parada. ¡Atención, estación en curva , al salir tenga cuidado para no introducir…!

– Vamos, es aquí.

Sin darnos cuenta nos dimos la mano para escapar de la multitud sin separarnos.

– Tienes las manos muy suaves, le dije.
– Gracias.

Noté como se empezaba a poner colorada, la verdad es que no habíamos hablado nada y yo ya podía percibir que era especial, tenía ese toque delicado que tanto me gusta en una mujer.

– ¿Cómo sabías que no tenía otros planes?
– Todos tenemos otros planes, lo que importa es cuán importantes son.
– ¿Tú tenías planes? Me preguntó.
– Sí. Le respondí para que me volviese a preguntar y se interesase más.
– ¿Cuáles?
– Encontrarte e invitarte a tomar un café, que por cierto, es aquí al lado.

Llegamos a la cafetería y ambos nos pedimos un café solo, empezamos a hablar un poco de todo y ella me comentó que estudiaba Psicología en la UCM, que era de Zaragoza y que llevaba 3 años viviendo en Madrid. Ya sabéis, todas esas cosas típicas que se cuentan en un primer encuentro.

– Ahora que hemos acabado con mi plan de tomarnos un café, ¿cuál es tu plan? Pregunté.
– No lo sé, ¿cuál es el tuyo?
– Besarte.

Se quedó varios segundos sin responder, evitando mi mirada.

– Vas a tener que hacer mucho más para eso. Respondió al final.
– ¿Una invasión zombie tal vez?
Se rió.
– ¿Sabes por qué quiero besarte?
– No sé.
– Estudias Psicología, ¿no dais eso en clase?
– No, dijo entre risas.
– ¿No os enseñan por qué los chicos quieren besar a las chicas y todo eso?
– No, volvió a responder entre risas.

Me había cansado, yo no tenía paciencia alguna para estar dando vueltas mucho más tiempo.

– Ven, le dije en tono autoritario.

Ambos nos acercamos le agarré de la cintura y me lancé a sus labios, durante varios segundos mi lengua rozaba levemente la suya, sus labios presionaban los míos y mis dientes arañaban sus labios, hasta que paró y se alejó un metro de mí.

– Tengo novio.
– No, no lo tienes.
– ¿Cómo sabes que no tengo novio? Preguntó intentando convencerme aún de su mentira.
– Porque sin sonar prepotente, te has interesado en mí, hemos pasado dos horas junto y te lo has pasado bien, me has besado y te ha gustado, no tienes pinta de ser de esas chicas que hacen todo esto teniendo otra persona en su mente.
– ¿Qué te hace pensar que no soy así?
– Porque no paras de pasarte la lengua por los labios de manera inconsciente esperando que te de alguna otra excusa para que podamos volver a besarnos.
– ¿Eres siempre así? Me preguntó entre sorprendida y asustada.
– Sólo los jueves.
– Hoy es martes, respondió contrariada.
– Ya te dije que eras especial, le respondí mientras me acercaba a ella poco a poco.

Le agarré de la cintura y le miré a los ojos, mi boca iba acercándose cada vez más y más a su boca, hasta que sus ojos se cerraron de manera inconsciente esperando mi beso. Me acerqué a su oído y le susurré: Déjate llevar.
Acto seguido me lancé a sus labios y empecé a besarle con ternura, sin olvidar que estábamos en una cafetería.
Mis labios empezaron a mordisquear su barbilla, pasando a esa peligrosa zona llamada cuello, le susurraba cosas al oído mientras mis labios rondaban su cuello, haciendo que su cuerpo se retorciese de placer.

Me alejé medio metro de ella y me quedé mirando sus ojos.

– ¿Vamos a dar una vuelta?
– Estoy a gusto aquí, me respondió.
– Si seguimos aquí acabarán llamando al 112.
– ¿Por qué? Preguntó.
– Porque si sigues retorciéndote así cada vez que te beso el cuello van a creer que te están dando convulsiones.
– Si quieres vamos a mi residencia, que dentro de nada tengo que comer y se me va a hacer tarde.

Su excusa para acabar en la habitación de su residencia no era para nada creíble, pero ella la necesitaba.

Nada más entrar en su habitación ella se quedó expectante de que yo diese el paso y me lanzase sobre ella. Me fui acercando poco a poco hasta que nuestros cuerpos estuvieron en contacto, una de mis manos se posó en su cara y la otra en su cadera, mis labios se acercaron a los suyos y empecé a devorárselos. Donde mi lengua antes no pudo explorar ahora ya era terreno del todo conocido, no paraba de jugar por toda su boca, su lengua había dejado la timidez a un lado y también me recorría por completo, incluso sus dientes mordían mi labio inferior y tiraban tras de sí.

Empecé a besarle el cuello como hice en la cafetería, ella empezó a retorcerse de nuevo, acompañado de suaves gemidos. Seguí con su cuello acercándome peligrosamente a su escote, el cual empecé a besar y lamer, ella no paraba de girar la cabeza de placer, su respiración se había acelerado y sus gemidos se hacían más intensos.

– Dime tu nombre, lo necesito.
– ¿Por qué iba a dártelo?
– Por favor… me respondió ella.

Realmente lo necesitaba, necesitaba ponerme un nombre, por lo que accedí a darle el verdadero, a lo que ella me premió con el suyo.

– Antes de hacer nada, he visto como eres y quería decirte que…
– Es sólo sexo, lo sé, no lo he hecho nunca pero habiéndote traído a mi habitación creo que ya has hecho méritos. Sólo prométeme que nos volveremos a ver, aunque no hagamos nada la próxima vez.
– Me parece buen trato. ¿Estás preparada para que lo que te hago en el cuello lo haga en otro sitio?
– No soy muy experimentada, en ese sitio que dices nunca me han hecho nada así…
– Ya es hora de que alguien te lo haga, respondí.

Le quité la camiseta, dejando a la vista un sujetador negro perfectamente colocado. A los pocos minutos ya estábamos en la cama, ambos en ropa interior, yo sobre ella.
Intentaba rozar mi erección sobre ella, moverme mientras mi boca no paraba de saborear su lengua y su cuello, sus gemidos ya se habían vuelto algo frecuente, más intensos cuando me frotaba a la vez que le besaba bajo la oreja.

Le desabroché el sujetador y empecé a comerle las tetas, primero una y luego otra. Mientras le lamía uno de sus pezones una de mis manos fue directa a su coño y empecé a frotarle el clítoris a través de su tanga negro. Aquí sus gemidos se empezaron a convertir en verdaderos chillidos.

Empecé a bajar mi cabeza por su cuerpo, besando y lamiendo cada parte que recorría con ella, sus pechos, su tripa, sus piernas… Me quedé sobre su tanga y lo agarré con ambas manos, quitándoselo poco a poco hasta quedarle completamente desnuda.
Estaba completamente mojada, solté mi aliento sobre su coño, a lo que ella suspiró y se retorció.

– ¿Estás preparada para que te lo coma? Le pregunté de forma mordaz.
– Sí, por favor, dijo entre suspiros.

Me fui acercando poco a poco, que notase mi respiración cada vez más cerca, hasta el punto que le pegué un lengüetazo de abajo arriba, a lo que ella chilló y se retorcío. Sin más preámbulos me lancé a comérselo, agarrándole las piernas mientras le apretaba el clítoris con mi lengua y mordisqueaba aquellos labios completamente mojados. Ella no paraba de chillar y de retorcerse, gritando que no parase y mentando a un tal Dios.
Seguí usando esa técnica durante algunos minutos, hasta que mis dedos entraron en acción y mientras se lo comía empecé a masturbarle. No paraba de tener orgasmos, podía ver como una corriente invisible empezaba desde su cabeza a retorcer todo su cuerpo hasta llegar a su coño, una y otra vez.

No duró mucho tiempo así, se retorcía tanto que se puso de lado y me dio una patada. No podía seguir comiéndoselo así, pero ella parecía creer que aún estaba dentro de ella, estaba teniendo un orgasmo y no se daba cuenta de que mi lengua ya no estaba haciendo su función y que mis dedos estaban fueran.

– Perdón, lo siento muchísimo, ha sido increíble.
– No pasa nada, no te preocupes.
– Soy algo nueva en esto, nunca me lo habían comido.
– Ven.

Me senté en su pecho y me bajé los boxers.

– Nunca la he chupado.
– ¿Quieres hacerlo?
– Sí.

Me tumbé en la cama, a o que ella se colocó encima. Empezó a besarme sin parar, mientras rozaba su coño completamente mojado con mi polla desnuda, si no empezaba ya a chupármela no iba a dejar que lo hiciese, estaba deseando metérsela hasta el fondo.

Por fin empezó a bajar, usando mi misma técnica, besando todo mi cuerpo hasta que dio con su cabeza en mi polla. Me la agarró y me comenzó a masturbar mientras me miraba. Sacó su lengua y me la recorrió de arriba abajo. Se colocó en la punta y durante varios segundos dudó, pero después se la metió en la boca y empezó a comérmela.
Sus labios me la apretaban y sus dientes me la arañaban, pero el morbo de ser la primera polla que se había metido en la boca y ver aquella carita con los ojos cerrados disfrutando de mi polla, me producía un intenso placer.

– Móntame.
– ¿No quieres que siga? Me respondió mientras me soltaba la polla.
– Tengo demasiadas ganas de follarte.
– Espera, ven mejor aquí.

Me senté en su silla de estudio y ella se colocó de espaldas a mí. Empecé a rozar mi polla con su coño hasta que ella subió y se la fue introduciendo poco a poco.

– Para, le dije mientras empezaba a subir.
Me miró
– Déjala dentro de ti un rato, le dije.

Pasé mi mano por delante y le empecé a masturbar el clítoris mientras tenía mi polla dentro. Empezó a gemir y recostó su cabeza sobre uno de mis hombros mientras movía las caderas para mover mi polla dentro.

– Sube un poco.

Nada más subir empecé a follármela desde abajo, saliendo y entrando rápidamente de ella sin parar. Sus chillidos estoy seguro de que se escucharon por toda la residencia.

– Gírate.

Se giró y empecé a follármela exactamente igual pero esta vez viendo su cara y comiéndome sus tetas. De repente noté como mi polla estaba más mojada de lo normal, incluso mis piernas.

– Levanta un momento, le dije.
– Perdón… me dijo mientras miraba la corrida que acababa de tener.

Estaba temblando.

– No te preocupes, ven.

Le tiré sobre la cama, de espaldas y le dije que se pusiese a cuatro patas. Le froté el coño con mis manos y empecé a masturbárselo durante unos segundos. Me agarré la polla y se la metí hasta el fondo de un golpe, ambos teníamos todas las piernas mojadas de su corrida.
Le agarré de las caderas y empecé a follármela con todas mis fuerzas, ella gritaba tan fuerte que parecía que le iba a sangrar la garganta. Coloqué una mano en su cuello y mantuve la otra en su cadera y empecé a darle más y más fuerte, tenía unas ganas increíbles de correrme.

– Date la vuelta.

Me coloqué sobre ella y empecé a destrozarla contra la cama, metiéndosela con todas mis fuerzas hasta que me corrí… Fue una corrida súper intensa que me duró varios segundos. Me quedé un rato dentro del calor de su coño y me tumbé a su lado.
Ambos nos miramos, con sudor en la frente y con cara de haber llegado al cielo.
Para mi sorpresa ella se dirigió a mi polla, lamiendo los restos de mi corrida. Empezó a comérmela y me la volvió a poner dura en cuestión de segundos, a lo que se puso sobre ella y se la introdujo en el coño.

– Fóllame otra vez.

Dicho y hecho, empecé a follármela desde abajo, disfrutando otra vez del caluroso abrazo que me daba su coño. Nos pusimos de pie y empecé a follármela en la mesa de su ordenador, sus uñas arañaban levemente mi espalda mientras sus orgasmos seguían dando descargas por todo su cuerpo.

– Quiero que te corras en mi boca, me dijo.

Seguí follándomela en su mesa, esta vez por detrás, posición en la cual no podía parar de pensar que de un momento a otro le iba a sangrar la garganta. Finalmente le saqué la polla y me corrí en su boca, ella se lo tragó y se quedó con cara de satisfecha.

De nuevo fuimos a la cama y nos tumbamos uno al lado del otro.

– Podríamos alargar esto, pero creo que deberías irte, me dijo.
– Cierto, vas a llegar tarde a comer. Me voy.
– Sí, dijo entre risas. Pero antes me tienes que dar tu móvil, recuerda el trato.

Intercambiamos números y me fui.
Es una pena que mi ego dependa de otras personas, pero en mayor o menor medida todos somos así.
A veces merece la pena arriesgarse, al fin y al cabo no tenía nada que perder y sí mucho que ganar. Arriesgarte una vez y que salga bien muchas veces compensa todas las veces que te arriesgaste y salió mal. ¡Arriésgate!

–Hero

Usar tu pasado como trampolín y no como sofá.

— Hero (@HeroMermelada) enero 18, 2014

9 comentarios en «Yo antes tenía un blog»

  1. Te seguí hace mucho porque te tenía en Tuenti pero se me borró, y te reencontré hace nada de casualidad. Me alegro de que vuelvas a escribir, siempre es un placer leerte.

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  2. Me ha encantado este blog. Soy un nuevo lector que llego buscando mermelada y sexo en google.
    Y tengo que comentar que me ha sorprendido una cosa. Me encanta el mundo de la psicologia diferencial y este relato me ha resultado encantador. Muy limpio y bien cuidado en la redaccion. Me has convencido de leerme el resto de articulos.

    Un saludo.
    Línea

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  3. No sé quién eres ni de dónde eres ni dónde estás ahora ni tu edad ni tu sexo, pero realmente tengo que decirte que me encanta esta página. Tu forma de escribir me intriga y devoro tus relatos. Te felicito, sigue así, por favor.

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  4. Tío, tío, tío. Gracias a Dios no soy el único cuyo ego depende de las tías que aparecen en mi huerto. Fantástico relato, sí quieres, podemos intercambiar técnicas de seducción, aunque veo que tienes un estilo bastante natural.

    Un saludo.

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  5. No me gusta nada el mundo del sargeo, todo maestro piensa que tiene la filosofía del ligue perfecta, a parte de que se olvidan de tratar a las mujeres como personas.
    Si te gusta ese mundo te aconsejo que cojas un poco de todos y el resto lo pongas tú.

    ¡¡Saludos!!

    –Hero

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  6. Sin embargo, parece que sí has leido sobre ello porque no son demasiados los que conocen ese mundo, jejeje. Descuida, yo también reniego; no obstante, he leído bastante. Pretenden crear una "ciencia" o una "pauta" universal, por así decirlo, cuando lo cierto, como bien dices, es que cada maestrillo tiene su librillo. Con todo eso, me gusta tener algunas frases apuntadas ;P. Con respecto a lo del trato de la mujer, no creo que vaya en el mundo ese o no, es cada uno, pienso.

    Un saludo tío! Sigue así que me gusta bastante tú forma de pensar y de escribir!

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