¡Disfruta mucho más de ti!

Esencia

Has cambiado muchísimo.
Ya no arrasas.
Tu personalidad ya no es tan arrolladora.
¿Qué te ha pasado? Preocupa tu cambio tan radical.

Frases que se repiten en mis conversaciones desde hace un tiempo.
¿Tanto he cambiado? Sí, lo he hecho y no estoy nada contento con el cambio.


Dicen que la esencia jamás se pierde, que la esencia siempre está ahí y es lo que realmente somos, igual que un escorpión se ve obligado a picarte aunque trates de salvarle la vida. Yo no he perdido mi esencia, he sufrido un largo camino de cambios, muchos a peor, pero también he logrado ver más allá de mí, más allá de mi ego.
Ahora queda dar el paso hacia delante, soy del grupo de personas que llevan las riendas de su vida y que no son los demás las que deciden el camino. Soy yo el que vivo mi vida, soy yo el que estoy enamorado de mí mismo, de mi cuerpo, de mi mente y de todo lo que engloba el YO.

 

Soy yo el que vuelvo a mirarme al espejo y noto la perfección, soy yo el que vuelvo a pensar que he errado para darme cuenta de que soy humano, soy yo el que se ha autoimpuesto el reto por delante de volver a ser el que era, de volver a arrasar, de volver a ser el que no amanece solo.
Es curioso porque todos tratamos de evolucionar a lo largo de nuestras vidas, de ser mejores, y yo lo que busco es volver a ser el que era hace un tiempo. Y yo me pregunto: ¿Quién mejor que yo mismo para hacer ese cambio?
 El “yo” se repite en cada uno de mis párrafos, y no es algo dejado al azar, es algo que debemos tener bien claro en esta vida. Ahora no tengo un nosotros, ni un ella, ni él, ni siquiera un vosotros o ellos, ahora tengo un YO y de momento es lo que va a guiar la continuación de mi vida.
Algunos preguntaréis, ¿ya te has olvidado de todo? Os diré que el secreto de mi éxito en este tiempo ha sido enfadarme, porque cuando me enfado mi orgullo vuelve y a ese gilipollas no hay quien le levante la voz. Nunca hay que olvidarse de olvidar, pero lo más importante nunca olvides que tienes que querer, pero no necesitar.

Párrafos parcialmente inconexos que se relacionan entre sí por algo muy importante en nuestras vidas, nosotros mismos. Olvidar es fácil cuando alguien te decepciona, por eso existe el orgullo, pero lo más inteligente de todo es no tener que llegar a ese punto, y para no llegar a ese punto acuérdate de la persona más importante en tu vida, que no es otra que esa que ves cuando te miras frente al espejo. Sonríe al espejo y esa persona te devolverá la sonrisa, llora y esa persona llorará, sé feliz y ella también lo será.


Madrid.
Esta vez no hacía un sol el cual sus rayos hacían brillar los cabellos de una rubia despampanante, ni le aportaban brillo a su piel bronceada. Hacía muchísimo frío y estaba lloviendo a cantaros y ella, ella… Ella era morena, y lo sigue siendo.

Sabía donde encontrarme, y lo sabía porque yo se lo había dicho, yo tan sólo esperaba el sonido del timbre, el cual marcaría su llegada y el principio de un gran fin de semana.

Me acababa de despertar y las horas de la mañana pasaban deprisa, como si no tuviese nada que hacer en todo el día, como si no estuviese esperando que llegasen las doce y el timbre sonase, como si no necesitase que ese alguien llamase a mi puerta y me lamiese todas y cada una de mis nuevas heridas.

Empecé a impacientarme, la hora en la que se suponía su llegada había pasado y yo no paraba de moverme de un lado para otro, hoy tenía una gran prueba que debía de superar con un excelente, no me valían notas más bajas.

El timbre sonó, mis pensamientos se desvanecieron y fui corriendo a la puerta para abrir.
Era ella.
Abrí y escuché cómo subía al ascensor, a los pocos segundos ya estaba llamando a mi puerta, venía con una maleta de ruedas y con el pelo suelto, tal y como le dije. ¿Me haría caso en todo hoy también?

Abrí la puerta y mis ojos castaños se cruzaron con los suyos verdes, fue la primera mirada de muchas que hubo esos días, aunque quizá, ésta fuese la más tímida de todas.

− Pensé que no querías abrirme, me dijo nada más verme y después de darnos un abrazo.
− Pienso evitar las bromas de sexo al menos en las cuatro primeras frases que digas, pero al menos no me lo pongas tan fácil, le dije.
Ambos reímos.

Le acompañé a mi habitación para dejar la maleta y colocar su ropa, a lo que ella se fijó en la cama y esbozó una sonrisa.

− ¿Es curioso esto de quedar para follar y estar tan fríos no? Le pregunté mientras le guiñaba un ojo.
− Me siento rara.
− Ven, siéntate aquí.

Me senté en un borde de la cama y ella hizo lo propio a mi lado.
Se me quedó mirando, con una mirada que recordaré siempre, con una mezcla de ternura y pasión, una mirada extraña a la que no supe reaccionar.

− La culpa es mía, no te tendría que haber traído a la habitación al minuto de estar aquí. Le dije mientras le agarré la cintura y me acerqué a ella.
− No, si está bien, sólo que no sé cómo actuar, me apetece muchísimo, pero no sé qué decir o qué hacer.
− Sólo tienes que dejarte llevar, ven.

Me acerqué y le pegué un mordisco en su labio inferior mientras me juntaba más a ella.

− ¿Ves? No tenemos que perder la confianza que siempre hemos tenido, le dije.

Mientras, ella se mordía el labio y se pasaba la lengua por donde le había mordido. Hecho que hubiese servido para subirme el ego en una situación normal, pero aquellos labios eran de otro mundo y lo que me hizo subir fue otra cosa.

− Déjate llevar, olvídate de esta habitación, olvídate de tu alrededor, olvida cómo has llegado aquí, sólo piensa que estás donde quieres estar y con quien quieres estar, haz lo que se te pase por la mente y no pienses en nada, porque no tienes a nadie con quien justificar nada de lo que puedas hacer ahora mismo, sólo estoy yo.

Acto seguido, se levantó y dudó un momento sobre qué hacer, pero a los pocos segundos se sentó sobre mí, abrazándome con sus piernas.
Me miró mientras me abrazaba y yo le devolví la mirada. A los pocos segundos me pegó un lametazo a los labios y sonrió. Ahora el que se mordía el labio era yo.
Me acerqué a su boca para darle un beso, pero ella se alejó y me sonrió, estaba empezando a disfrutar, a dejarse llevar. Volví a intentar besarle, pero volvió a usar la misma técnica con el mismo resultado.

No aguantaba más sin probar sus labios, por lo que aprovechando que estaba sobre mí, me giré y la tire sobre la cama, a lo que yo me puse sobre ella. Estaba sobre ella, se mordía el labio y me miraba fijamente, sabía que ahora ya no iba a poder evitarlo.
Me abalancé sobre su boca y empezamos a besarnos como dos personas que llevaban deseando hacer eso desde hace años. No sé el tiempo que pasamos, pero mi lengua no paraba de disfrutar dentro de su boca, mis dientes no paraban de clavarse en sus carnosos labios y su respiración cada vez estaba más agitada.
Le aparté el pelo del cuello y se lo empecé a comer, a lo que ella giró la cabeza para el lado contrario en el que estaba yo y empezó a gemir y a moverse. Mi boca no paraba de jugar con su cuello, mi lengua no paraba de lamerlo y mi mano ya estaba en su entrepierna, frotándole el coño a través de los vaqueros ajustados que llevaba.
Notaba como se revolvía entre mi cuerpo, cómo gemía y cómo los latidos de su corazón se disparaban.

− Fóllame ya, me dijo mientras trataba de coger algo de aire.

Fui besándole el cuello, bajando por su cuerpo, agarrándole las tetas a través de la camiseta, pegándole mordiscos a través de la camiseta. Incluso se la subí a la altura del ombligo y le empecé a lamer y pegar mordiscos en las caderas.
Me levanté de la cama y le quité las botas, mientras ella se desabrochaba el cinturón y lo tiraba a un lado yo le agarraba los pantalones y se los quitaba a tirones. Me quité también los míos y me volví a lanzar sobre ella, ambos estábamos aún con la camiseta y en ropa interior.

Ella me abrazó entre sus piernas, y mi polla ya dura como una piedra la empezaba a frotar por la zona de su coño, para que la notase mientras nuestras bocas no paraban de intercambiar fluidos.

− Métemela, me dijo mientras esquivaba uno de mis besos.

Aún quedaba para eso, volví a repetir el movimiento de antes y empecé a bajar mi boca recorriendo su cuerpo. Aproveché para quitarle la camiseta y me la quedé mirando, de rodillas sobre ella. Tenía unas tetas perfectas, ni muy grandes, ni pequeñas, redondas y perfectas, al menos eso es lo que podía apreciar con su sujetador puesto.
Ella me miraba y sonreía, y me marcaba con su mirada que siguiese, que no parase.

Empecé a bajar, le volví a mordisquear las caderas y pasé mi lengua alrededor de su ombligo, mientras ella pude ver como intentaba quitarse el sujetador sin éxito.

− Date la vuelta, que ya te lo quito yo.

Me puse de pie sobre la cama y dejé que ella se girase. Me estuve saboreando la boca durante un par de segundos al ver cómo esas largas y finas piernas acababan en un perfecto culo en tanga, por un momento temí que mi polla explotase de placer visual.

Le quité el sujetador, ella lo cogió y lo lanzó fuera de la cama. Intentó darse la vuelta…

− Quédate así.

Empecé a besarle la espalda, el cuello, volví a besarle la espalda bien despacio, desde arriba hasta justo llegar a su culo. Fue llegar a su culo y no pude resistirme a darle un buen mordisco a cada una de sus nalgas.

Me quité la camiseta y aproveché para quitarle el tanga a tirones, tenía un coño de lo más apetecible.

− Ponte de rodillas, pero sigue tumbada.

Ella accedió y yo… no pude contenerme. Empecé a devorarle el coño sin parar, entre mi saliva y sus fluidos aquello parecía el Mediterráneo. Ella empezó a gemir y a intentar revolverse, pero yo al tenía perfectamente sujeta mientras mi boca se lo comía sin parar. Durante un rato jugué con su clítoris, luego con uno de sus labios, mordisqueándolo y lamiéndolo y más tarde… Le metí un dedo, luego dos y le empecé a masturbar con tres.

Empecé a masturbarle lento, despacio, pero acabé dándole tan rápido que un gemido y otro parecían unirse, no le daba tiempo ni a gritar.

Le giré y empecé a comérselo estando ella tumbada, me agarró la cabeza y me apretó fuertemente contra su coño, me la movía de un lado a otro como indicándome por donde tenía que pasar mi boca, así estuvimos durante bastante tiempo, desde luego mi boca era imposible que se me secase.
Me limpié la boca con la mano, como cuando eres un niño antisistema y piensas que las servilletas no van contigo, y me lancé a por su boca. Mientras nos besábamos y ella se retorcía bajo mi cuerpo hice una maniobra circense para quitarme los boxers. Mi polla bien dura y caliente empezó a rozarse en su coño húmedo, se deslizaba a la perfección.
Quería rozársela durante un buen rato, hacerla sufrir, pero ella se me adelantó, metió una mano entre nuestros cuerpos, me la agarró y se la colocó dentro. Yo de un golpe seco se la metí entera. Ella soltó un grito ahogado, y yo la dejé ahí dentro, moviéndola de un lado a otro pero sin sacarla, ahora me estaba centrando en su boca.
Empecé a metérsela, mientras ella levantaba un poco las caderas para notarla tal y como quería, mi polla cada vez entraba más y más rápido y los besos se habían cambiado por gemidos de ambos y arañazos en mi espalda.
− Déjame a mí, me dijo.
Me tumbé en la cama y ella se puso encima, a lo que pensé que iba a montarme, pero no, se lanzó a mi polla y me la empezó a lamer, clavando su mirada en la mía, para asegurarse de que no le quitaba la vista de encima.
Su lengua me recorría la polla de arriba abajo, mientras su mano me masturbaba, me lamía la punta y hacía círculos con su lengua, hasta que se la metió en la boca y me la empezó a comer, ahí cerro los ojos y se concentró exclusivamente en darme placer.
Al rato se colocó sobre mí y me abrazó mientras su cuerpo caía sobre mi polla y me volvía a tener dentro. Le empecé a comer las tetas y morderle los pezones, le hice un chupetón en el cuello mientras sus caderas giraban con mi polla dentro, mientras ella cogía el punto perfecto en el que veía en mi cara que más disfrutaba.

Me la quité de encima y la puse a cuatro patas sobre la cama, se la metí de un golpe y agarrándole las caderas y con otra mano en uno de sus hombros me la empecé a follar con todas mis fuerzas. Los el ruido de los golpes que producían nuestros cuerpos ahogaban sus gemidos. Por momentos parecía que le iba a partir en dos, incluso me dolía la polla de la fuerza con la que se la estaba metiendo.

− Córrete fuera, me dijo.

A los pocos minutos de estar follándomela en esa posición le saqué la polla y me corrí sobre su culo. Ella no perdió de vista mi cara mientras me corría y pude ver cómo disfrutaba de la imagen que se había guardado en su recuerdo.

Pero tenía ganas de más.

− Ven, le dije mientras le agarraba la mano y me la llevaba al baño.

Una vez en el baño ella aprovechó para limpiarse con papel higiénico y yo hice lo propio. Abrí la ducha y esperé a que el agua estuviese templada. De mientras la empujé contra la pared y nos empezamos a comer la boca de nuevo, sin parar, mi polla dura ya se volvía a rozar en su coño.
Había pasado ya un buen rato y el agua ya estaba en su punto justo.

Le llevé dentro de la ducha y nos empezamos a devorar bajo el agua. Le metí la polla y nos abrazamos, mientras nuestras manos se deslizaban por cada parte del cuerpo del otro. Le agarraba las tetas y se las estrujaba, le agarraba cada nalga con una mano y se las apretaba con todas mis fuerzas, mientras ella se volvía a correr y me arañaba la espalda una vez más. El ardor y el dolor de sus uñas arañando mi espalda se eclipsaba con todo su cuerpo abrazando al mío, con el calor que éste desprendía y con mi polla jugando dentro de ella.

Salimos de la ducha y me senté en el baño, a lo que ella se colocó sobre mí, de espaldas. Empezó a follarme sin parar, a toda velocidad, mientras una de mis manos le masturbaba el clítoris como podía.

− Me voy a correr, le dije.

Ella se levantó y yo fui a agarrarme la polla, pensando que tendría que acabar yo otra vez.

− No, me dijo.

Me montó de cara y me folló hasta que me corrí dentro de ella, hasta que notó mi corrida ardiendo dentro de su coño, cara a cara conmigo, sin perderse un sólo detalle de cómo era mi cara al correrme pro segunda vez.

− Esta vez quería verte bien.

− Pensé que no querías que me corriese dentro, le dije.
− No era eso, es que si me seguías follando a lo perrito, no iba a poder girarme para ver como te corrías.

Ambos reímos.

− Creo que deberíamos colocar tu ropa, le dije.
− Sí, ahora ya estoy muuucho más relajada.
− ¿Ya no te sientes rara? Le respondí entre risas.
− Capullo.

Espero volver a arrasar pronto,

Hero

 

Nunca serás feliz si tienes la constante necesidad de hacer lo que los demás quieren de ti.
— Hero (@HeroMermelada) enero 25, 2014


30 comentarios en «Esencia»

  1. Una chica envió un asco de vida de unas niñas que llevaban unas camisetas con el texto de "placer y mermelada" de ahí a lo segundo.
    Por cierto, blog genial, haces qe a cualquiera se le caigan las bragas.

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  2. Las camisetas tenía pensado hacerlas hace dos años, pero jamás me habría imaginado que nadie por su cuenta se hiciese una (si es que eso es real, claro).

    ¡¡Saludos y gracias por el comentario!!

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  3. Este texto es una maravilla. Has encontrado el equilibrio perfecto entre erotismo, amor y sexo. Màs que la larga escena de sexo, lo que màs me ha gustado ha sido tu estilo.
    Si hay una autora que debo leer aqui eres tù. Muchas gracias por esos intensos minutos de placer, tanto fìsico que intellectual.

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  4. De nada.
    Si, lo siento, al principio no me dì cuenta.
    Yo también intento escribir. Una novela, donde incorporo escenas de sexo. Y, de verdad, tu texto me ha inspirado tanto que escribì tres escenas eroticas seguidas en menos de media hora.

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  5. Soy español y francés, hablo y escribo los dos idiomas, asì qué si tienes algùn problema en entender, me lo dices =)
    Pero te advierto, el principio es bastante crudo, más que lo siguiente, que es más serio. Pero intento también guardar un tono còmico, bastante sorprendente.

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  6. Yo también empecé a leerte desde aquel asco de vida y me he vuelto realmente adicta, con cada historia haces que humedezca.
    No sé quitar lo de anónimo pero me llamo Rebeca, y me llaman Becki, un besazo enorme.

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