¡Disfruta mucho más de ti!

Rabia

Parece que ese destino en el que nunca he creído estaba concentrado en mandarme pequeñas señales para ver más allá de mis narices.
Siempre he pensado que soy un muy buen amante y eso me acababa de demostrar que me hacía muy buena pareja, un pequeño fallo cuando sólo quieres sexo, pero una gran virtud cuando lo que quieres es algo más que un deseo físico de alguien.
Durante toda mi vida, mi única ambición, ha sido la de ser yo mismo y ser la mejor versión posible de mí mismo. Esto me hacía dar opiniones sin que me importaran las posibles respuestas del otro, mi cabezonería me obligaba a intentar convencer al resto de personas de que yo tenía la razón, eso también ha conseguido que me encante discutir.
Pensé que nunca iba a decir esto, pero por primera vez en mi vida, creo comprender a las mujeres, esa ecuación que todo hombre tiene en su cabeza nada más nacer. No somos tan diferentes, al menos yo busco lo mismo que muchas en una relación, ellas buscan un amante, alguien que les discuta cuando no tienen la razón, alguien que les diga que el vestido que se han puesto es horroroso, buscan sinceridad y que en medio de una discusión te acerques a ella, le empieces a comer la boca y te la folles contra la pared.
La verdad, parece bastante simple, sinceridad, complicidad y pasión. Me considero un tipo sincero, como ya dije, siempre soy yo mismo, creo comprender a la gente y eso me hace tener complicidad con muchas personas y pasión… Eso dejo que lo decidas tú.

Nos encontrábamos en mi piso, había pasado la noche conmigo como tantas otras noches y estaba enfadada, muy enfadada, no aguantaba mi forma de ser y ese era precisamente el problema, no aguantaba mi forma de ser porque le encantaba. Es la magia de las personas, a veces no tenemos respuesta para todas nuestras preguntas.
Llevaba una camiseta mía que le llegaba hasta los muslos, debajo de ella tan sólo tenía un tanga, un tanga rojo con marcas de guerra. A mí por el contrario, solo me protegían unos bóxers.

– ¡Estoy cansada de ti! Me gritaba ella desde la puerta de mi habitación, tenía ganas de discutir.
– ¿Y por qué estás aquí si estás cansada de mi? Le recriminé yo.
– No lo sé, pero estoy cansada de cómo eres. Me contestó.
– ¿Y cómo soy? Le volví a preguntar.
– ¡Eres un gilipollas! ¡Estoy cansadísima de esta situación, estoy harta de ti! Me gritó.
– Puedes largarte si quieres, le dije en tono frío y cortante.
– ¿Ves? ¡A eso me refiero, te doy exactamente igual! Seguía gritándome.
– Llevamos semanas juntos, ¿qué te hace pensar que voy a caer en tu juego? ¿Estás harta de mí? Lárgate, es así de sencillo. No intentes que cambie, no voy a hacerlo. Le repliqué.
– ¡Eres un maldito gilipollas! ¿Te crees el centro del mundo? Estaba realmente cabreada.

Por fin, me levanté de la cama, fui hasta ella y la empujé con mi cuerpo contra la pared, colocando mis manos a ambos lados de su cabeza, contra la pared, para que no pudiese escapar.

– Lo tienes fácil, mírame y dime que no te gusto. Le dije mirándola a los ojos, a escaso centímetros de ella.
– Eres un gilipollas… dijo mientras se mordía el labio y miraba al suelo.

Me lancé a su boca y empecé a devorársela, mordiendo su labio inferior y tirando hacia mí, ella se colgó de mi cuello y se subió a mí, abrazando mi cintura con sus largas piernas. Mi lengua estaba dentro de su boca, lamiéndola, mientras mis dientes se arrastraban por sus labios, arañándolos… Íbamos a destrozarnos.
Mi mano derecha bajó y le empecé a frotar el coño a través del tanga, mientras mi boca se clavaba en su cuello, como si fuese un vampiro, ella miraba para otro lado mientras yo le comía el cuello y le frotaba el coño.
Me agacha y de un tirón le bajé el tanga hasta los tobillos, luego se lo quité. Ella aprovechó para quitarse mi camiseta y quedarse desnuda, en ese momento yo también lo estaba.
Estaba de pie, aproveche para agarrarle una pierna por debajo de la rodilla y subírsela, haciendo que se quedase a la pata coja. Acto seguido, se la metí y empecé a follármela.
Me gustaría deciros que empecé a follármela con ternura, pero no, ambos teníamos mucha rabia contenida y yo empecé a follármela con rabia, con dureza, metiéndosela rapidísimo. Yo necesitaba descargarme echándole un polvazo contra aquella pared, metiéndosela sin parar en aquella posición, ella de mientras se descargaba gritando, gritando como nunca la había escuchado gritar.
Mi polla entraba y salía a toda velocidad, su coño me la apretaba, me la abrazaba cada vez que entraba mientras sus gritos me ponían más cachondo.
Y ambos acabamos así, yo follándomela con todas mis fuerzas y ella gritando con todas sus fuerzas, pero ambos sin poder cerrar los ojos, cara a cara el uno con el otro, mirándonos, cruzando nuestras miradas hasta corrernos y puedo deciros que fue una de las corridas más impresionantes de mi vida.

12 comentarios en «Rabia»

  1. Me encantaria poder hablar contigo
    y conocerte es increible como escribes
    como eres capaz de expresar todo y que
    los lectores seamos capaces de imaginarlo
    con tanta claridad y sentirlo al igual que
    los protagonistas, como ya dije en otro
    comentario tus palabras me enamoran.
    No dejes de escribir.

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  2. ¡Ya estás hablando conmigo Patri!
    De todos modos, tengo Twitter, Facebook, Tuenti y todos esos nuevos inventos, soy Hero Mermelada en todos.

    Y gracias por los comentarios, ¡me haces ponerme colorado! =)

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