Volvía a casa y hoy me apetecía pasear, por lo que me bajé una parada antes para continuar el trayecto a pie. Últimamente pensaba demasiado, reflexionaba demasiado y lo que es peor, creía dar siempre con la solución y eso para mí era como ganar. Uno es fácil que se haga adicto a hacer cosas en las que cree tener ventaja y ese era mi problema, ahora me había dado por pensar, por usar mi cerebro más que mi polla, ¿y yo me consideraba un hombre?
Abrí la puerta y entré, no había nadie a parte de la que supuse sería la dependienta. La verdad es que el dueño de la tienda había acertado, con ella allí daban ganas de comprar cualquier cosa y pedirle amablemente si podías hacer una demostración con ella. Era morena, alta, no tenía mucho pecho pera era bastante guapa de cara, pero lo que más me atraía la atención de ella, era su melena, una larga melena morena de pelo ondulado que le llegaría más allá de los pechos.
Me puse a mirar consoladores, la verdad, todo me parecían iguales, salvo porque había varios con la polla a medida de diferentes estrellas del porno. Supongo que el morbo vende más que el sexo.
– ¿Te ayudo? Me preguntó mientras se acercaba a mí.
– Sí, busco un consolador, ¿cuál me recomiendas? Le pregunté mientras aprovechaba para mirarla más de cerca.
– ¿Es para ti? Me pregunto con cara de asombro.
– Sí, le dije riéndome. Pero para utilizarlo con otra persona, maticé.
Pude ver que había dado en el clavo, la estaba enganchando, lo extraño de la situación me hizo seguir adelante con mi plan, si es que tenía alguno.
– No busco replicas, quiero un buen consolador, un práctico y que no sea muy caro. Le corté.
– Nuestras clientas están muy satisfechas con…
– La verdad, no te lo tomes a mal, pero no me importan tus clientas, ¿qué me recomiendas tú? Volví a cortarla.
– Pues… la verdad… no sé, llevo poco aquí. Empezaba a estar nerviosa.
– No hablo como vendedora, hablo como mujer, ¿cuál me recomiendas? Insistí.
– No sabría decirte, me dijo ella con voz baja.
– ¿No has probado ninguno? Le pregunté.
– No, me dijo mientras evitaba mi mirada.
– A ver que me aclare, debes de tener unos veinte años, trabajas en un Sex Shop y nunca te ha dado por llevarte… ¿el trabajo a casa? Le dije mientras sonreía.
– No, no sé, empezó a reírse.
– ¿Deberías probar uno no crees? Le dije sonriendo.
– ¿Por qué iba a hacerlo? No lo necesito, me dijo mordiéndose el labio.
– ¿Y qué necesitamos realmente? Le repliqué con una sonrisa en la boca, como el que sabe que había dado con una buena respuesta.
La chica estaba nerviosa, parecía tímida y la situación le superaba, pero había algo, sus ojos, sus gestos… estaba claramente cachonda y yo no pensaba dejar pasar la oportunidad.
– Mira, ¿por qué no pruebas estos cuatro? Le dije mientras señalaba la estantería.
– ¿Y luego te digo cuál me fue mejor? Me dijo vacilándome.
– Tienes razón, soy muy olvidadizo, seguro que se me olvida volver a pasarme por aquí a preguntarte sobre tu experiencia, ¿qué te parece si te ayudo a probarlos ahora mismo y así sé cuál llevarme? Me lo jugué todo, all in como dicen en el poker.
Ella se dirigió a la puerta, yo aún no tenía ni idea de lo que iba a pasar, pensé que iba a salir corriendo de la tienda. Pero no, no hizo nada de eso, fue hasta la puerta para cerrarla y quedarse a solas conmigo. Mi ego y seguridad en mí mismo crecieron hasta límites que pensé que jamás tocarían.
Vino hasta donde yo me encontraba, me miró y cogió los cuatro consoladores que yo le había dicho y fue directa hasta el mostrador, los puso encima de la mesa y se sentó en la silla.
Yo la acompañé, por supuesto, no iba a dejar pasar la oportunidad de ver a aquella chica masturbándose y no creo que le importara, al fin y al cabo, había cerrado la tienda conmigo dentro.
Llevaba un corto vestido veraniego y Una vez sentada en la silla se quitó el tanga, dejándolo sobre una cajonera que había tras el mostrador. Para poneros un poco más en situación, había un mostrador en forma de L invertida y ella estaba escondida tras él. Tras el mostrador había como una pequeña mesa, como una mesilla de noche, llena de cajones y separada de la mesa, ahí fue donde colocó el tanga y los consoladores.
Tenía un coño realmente apetecible y mientras sacaba el primer consolador de su caja, ella no paraba de mirarme, comprobando si me estaba poniendo cachondo. ¿Cachondo? Si mi polla hablara estoy seguro de que diría algo, es más, creo que me estaba hablando y me estaba pidiendo por favor que la dejara salir.
Ya con el primer consolador fuera de su caja, empecé a masturbarse. Estaba claramente forzando la situación, mientras se masturbaba, no paraba de gemir y de morderse los labios con una cara de cachonda que me ponía la polla durísima y eso es lo que pretendía, ya que no paraba de mirar hacia donde se encontraba.
Yo de mientras estaba allí de pie, viendo como se masturbaba, escuchando como gemía. Tuve que cruzar los brazos, ahora mismo no sabía que hacer con ellos, mas que agarrármela y meterle mi polla, nada de plástico.
Sacó otro consolador de su caja y empezó a masturbarse con él, este tenía luces, supuse que en el mundo de los consoladores también existía el tuning, lo que no lograba entender es para qué servía un consolador con luces, a ella le daba igual, parecía disfrutar, o al menos eso era lo que quería transmitirme.
Con un gesto de la mano me dijo que me acercara y yo por supuesto me acerqué, tenía ganas de entrar en acción. Empezó a desabrocharme el cinturón y me bajó los pantalones, seguidamente me bajó los bóxers.
Me agarró la polla con una mano y me la empezó a masturbar, dejó el consolador y me la empezó a chupar, lamiéndome la punta y poniéndomela súper dura. No sé si la chupaba bien o no, tal vez la situación ayudaba, pero mi polla estaba disfrutando.
Se la metió entera en la boca y empezó a apretarla con sus labios mientras su lengua me la lamía. Le dije que se levantase, se levantó y me miró, con cara de cachonda, esa cara que tenía mientras se masturbaba.
Puse mi mano detrás de su cabeza y la apreté contra mí. Nos empezamos a comer la boca, mordiéndonos y tirando de los labios del otro, clavando nuestros dientes en los labios del otro. Yo aproveché con una mano para que los tirantes de su vestido cayesen sobre sus hombros, pudiendo ver el sujetador que tapaba eso que tanto ansiaba comerle.
Le quité el sujetador y se las empecé a comer, mordiéndole los pezones, absorbiéndolos y lamiéndole las tetas al ritmo que se las estrujaba.
La coloqué sobre la cajonera y aproveché para colocarme un condón mientras ella me miraba la polla con deseo. Estaba a la altura perfecta, ella se apoyo con las dos manos sobre ella y yo me colé entre sus piernas y se la metí hasta el fondo lentamente.
Le agarré de las piernas y me la empecé a follar a lo bestia, sobre aquella cajonera. Ella empezó a gritar y a demostrarme que prefería mi polla a cualquier consolador estúpido. Yo no paraba de empujar, su coño era perfecto, me la apretaba a la perfección, como a mí me gustaba, mi polla entraba y salía a toda velocidad y sus gritos me estaban poniendo malo.
Tras varios minutos decidí cambiar de posición y sentarme sobre su silla de trabajo, ella vino, me la agarró y se puso de espaldas a mí, empezó a bajar cayendo sobre mi polla, metiéndosela según bajaba, hasta que la tenía dentro completamente. Le aparte el pelo a un lado del cuello y se lo empecé a comer, mientras mis manos tenían estrujadas sus tetas y las movían con movimientos bruscos. Ella empezó a subir y a bajar, a retorcerse sobre mí y a frotarse mientras me follaba.
Parecía no gustarme mucho la posición por lo que se dio la vuelta, me la volvió a agarrar y me empezó a follar de cara, yo aproveché para comerle las tetas mientras me follaba, sus gritos se deberían de oír hasta en la calle. Mis manos le estrujaban el culo mientras ella subía y bajaba, sus gritos cada vez eran más fuertes y yo tenía unas ganas increíbles por correrme:
Al final ella se puso con el culo en pompa, apoyando las manos sobre la cajonera y me la empecé a follar por detrás, haciendo toda la fuerza que podía, chocando contra su culo y metiéndosela por el coño a toda velocidad, hasta que… me corrí.
Me quité el condón, le hice un nudo y lo tiré en la papelera que tenía bajo el escritorio, preparándome para sacar otro. Ella se negó a otro polvo, por lo visto ya estaba saciada, o eso parecía, ya que se colocó de rodillas y comenzó a chupármela hasta que me corrí en su boca.
Le pagué el consolador más barato de los cuatro y me largué de allí, no sin antes darle mi dirección de correo electrónico y mi número de móvil, a lo mejor necesitaba de sus servicios como probadora de consoladores pronto, el tiempo dirá.
no he podido evitar imaginarme la situación con el personaje de Hank Moody ("Californication", para quien no la haya visto) XD
muy buena la historia… me ha puesto cachondisimo y me han entrado ganas de hacerle una visita al sex-shop que tengo al final de la calle, jajajaja