¡Disfruta mucho más de ti!

Puntos débiles

Supongo que mientras sepa qué personas son mis puntos débiles y logre tenerlas alejadas, todo irá bien. Va por ti.
Este relato no tiene nada que ver con el que empecé a las 9 de esta mañana, de nada ha servido ver una foto para quitarme las ganas de escribir sobre ella, porque ha sido volver a dormirme y volver a soñar con ella.
Como decía, de nada ha servido fijarme en su foto de WhatsApp, no sé muy bien por qué, y ver en ella como ya es casi un clon de su madre hasta eligiendo gafas de sol. Bueno, en realidad miento, eso me había servido hasta que me volví a dormir.
La verdad es que soy una persona que le busca la lógica a todo, algo que a nivel profesional va bien, pero no tanto cuando hablamos de temas más subjetivos como lo son los sentimentales.
El caso es que hace un tiempo soñé con que dejaría a mi pareja en marzo, algo que lamentablemente o quizá no, sucedió. También he soñado con alguna que otra chica que luego se ha cumplido lo que allí sucedía. Yo no elegí ser un NostraHerodamus de los sueños, pero tendré que lidiar con ello, ¿no?
El caso es que el relato trata sobre lo mismo, pero creo que ya es justo ponerla a ella como protagonista, ya que al fin y al cabo quien me hace soñar dos veces con ella y de forma seguida se merece algo más que una entradilla.
No, ella no es Madrid, ella tampoco es Barcelona, ni Reus, ella es ella y eso le sobra y le basta.
Ella es la única mujer y yo diría que incluso persona sobre este planeta que tiene el poder de destruirme, algo así como la kryptonita, ejemplo muy bueno ya que cuanto más me acercaba a ella más débil me volvía, el problema es que era imposible no hacerlo.
Cuando uno tiene una relación en la que tiene que luchar contra todo y todos al final se cansa, pero son ese tipo de relaciones imposibles de olvidar, donde sabes que has dado todo y te has matado hasta el final, incluso dejando parte de ti en el trascurso de la misma, parte que nunca vas a recuperar.
He huido otra vez, cada vez que tengo problemas en el corazón huyo a Estrasburgo, supongo que al fin y al cabo hay que tener una suerte inmensa para poder hacer esto cuando uno lo necesite, algo así como un respiro de la vida. También hay que tener una suerte inmensa de poder hacer esto y seguir trabajando, aunque a nuestro amigo Montoro con que le pagues, le da igual lo que hagas y desde dónde lo hagas.
Dicen que huir es de cobardes, pero para mí lo cobarde es quedarme parado en el mismo sitio siempre, esperando que sea mi alrededor el que cambie sin yo hacer nada al respecto. Hay dos formas de ver esto, el que se decide por cambiar él mismo su entorno avanzando aún sin saber una dirección y el que se queda parado, esperando que sea el mundo el que gire y le traiga cosas nuevas. No está mal lo que te trae a veces el mundo, pero qué queréis que os diga, me encanta ser yo el que busque.
Pare Don Hego, que este relato va sobre Marta.
Soy de inspirarme en lugares y no en personas, pero con ella siento algo especial, un vínculo que me hace poder escribir sin problemas, es algo así como una musa que me hace volverme lo suficientemente melancólico como para poder escribir, porque para quien se dedique a esto de escribir sabrá que las mejores obras llegan cuando no estás mentalmente en el lugar en el que tu culo está aposentado, sino cuando estás enfadado, triste, melancólico o incluso a veces feliz.
Es la mujer de mi vida, cada vez lo tengo más claro, aunque es imposible ser totalmente objetivo en este tema y más viendo la decepción tan grande que me he llevado con la última, pese a ser yo quien se quisiera alejar. Aunque siendo sincero, sé que la dejé por Marta, ya que no quería vivir una situación igual en la que salir totalmente reventado, supongo que de algún modo en esto debería darle las gracias, aunque no tenga ni idea de estas letras.
Pues sí, es la mujer de mi vida, es esa que recuerdo cómo movía el culo cuando quería algo más allá de los besos, a la que no le gustaba que le cogiera el pelo y lo rozase en su cara, a la que le daba dentera la piña, a la que masturbaba con mi rodilla, con la que los “besos de estación” nacieron. Incluso aún recuerdo el sabor de su coño, su olor, la ternura de su boca y de su lengua y el calor de su cuello.
Pero… También era la mujer que se dejaba manejar como una auténtica marioneta por su madre. Suficiente pega para que todo lo demás se vaya a la mierda y suficiente motivo para mí para que se quede como esa relación en la que midiendo su pasión creo que es la relación perfecta, incluso con su sinceridad excesiva y malos ratos.
¡Ha sido la única mujer por la que he llorado!
Potencial… La verdad es que en las carreras de caballos uno siempre se queda con los caballos que cree que más adelante ganarán o harán podio, esos que verás antes que nadie porque tú fuiste el que percibió algo en ellos que nadie más logró. Con ella era igual, una chica con un potencial jodidamente enorme a la que el jockey (en este caso su madre) tiene frenado y probablemente sea así siempre, ya que cuando uno se acostumbra a algo, de nada sirve si nunca nos dejan libres.
De nada valdrá ver algo en un caballo si el que lo domina es un inútil que no sabe manejarlo, supongo que ese es el problema, hay mucha gente que vive con el peso de un jockey sobre ellos, un jockey que ya de por sí no tiene ni puta idea de cómo manejarlos, la solución a todo esto es probar sin jockey, ya que al fin y al cabo al vivir a los mandos de uno te la juegas a que éste sea un completo inútil.
Me miraba mientras dormíamos juntos por primera vez, lo que aprovechó para hacerme una foto y ponérsela de fondo de escritorio. Supongo que esa foto define perfectamente lo que fue nuestra relación, alguien dormido y otro alguien ilusionado, aprovechándose de que el otro está dormido, aunque lo que queda claro es que maldad no hubo ninguna.
Teníamos Madrid a nuestros pies en el sentido más literal y metafórico de la frase, ya que en aquel momento juntos éramos invencibles, además nos encontrábamos en la planta veintitantas de un conocido hotel de la capital.
Estábamos tumbados en la cama y ella movía su culo de lado a lado esperando que yo me diera cuenta que quería algo más que abrazos.
(Creo que voy a empezar a hablar con todas mis amigas francesas antes de continuar para que se vayan preparando esta semana, porque este relato va a autodestruirme y solo ellas van a poder volver a juntar mis pedacitos).
Le acaricié la cara y comencé a besarla lentamente, sin hacer uso de la lengua, únicamente nuestros labios se mezclaban, con algún que otro arañazo de nuestros dientes, pero todo despacio, dejando pasar el tiempo, como en esos besos de película a los que ponen una música distinta.
Le agarré de la carita y seguí besándola, ambos nos estábamos fundiendo en un abrazo y nuestros cuerpos casi desnudos se empezaban a entrelazar, con nuestras piernas jugando entre ellas para notar el roce de nuestra piel.
Pasé a besarle el cuello, para volver a pasar a su boca.
Dicen que el reloj de arena tiene esa forma porque alguien lo estrujó tratando de parar el tiempo, quizá yo mismo lo hubiera hecho en aquel momento.
Me coloqué sobre ella y le bajé el tanga hasta que se lo saqué por los pies. Entonces me llegó aquel olor inconfundible, aquel olor a deseo, incluso podría decirse que aquel olor a amor. Tengo buena memoria, pero os aseguro que no me acuerdo del olor a coño de cualquiera, pero el suyo es inconfundible, me lo comería con los ojos cerrados sin dudar que es el suyo.
Empecé a darle besos por las piernas, besos tiernos, mientras sonreía y la miraba…

– Voy a hacerte el amor, le dije.

Y se lo hice, vaya que si se lo hice…

Supongo que aquí es donde algún día que me vea con tiempo y fuerzas relataré lo que hicimos, y digo “hicimos” porque no siempre follas, a veces te follan.

Chicas, y me dirijo a vosotras porque soléis ser las más sobreprotegidas por todo el mundo.
QUEREROS, y con esto podría enumerar mil y una razones para que lo hagáis, pero ese simple verbo os debería bastar, ya que si no os queréis vosotras al final siempre vais a tener esa sensación de vacío por dentro por mucho que intentéis llenarlo con personas.

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