¡Disfruta mucho más de ti!

Olvídate de olvidar

¿Por qué seguir luchando si no hay guerra? Parece que necesitásemos alimentarnos de esa tensión, de esa adrenalina que hay en un tira y afloja, pero… ¿y si todo eso ya ha acabado?
Nos estancamos, seguimos intentándolo, pero nada funciona, lo que antes considerábamos una Tercera Guerra Mundial, ahora no se trataría ni de una pequeña escaramuza. Las relaciones van y vienen, si esta no es la definitiva, lo será la siguiente, o la siguiente de la siguiente. ¿Importa? Llora durante un mes, dos, tres y el olvido aparecerá, tan sólo acuérdate de olvidar si es que tú lo necesitas, yo prefiero recordarlo todo, recordar cada momento, cada experiencia, las malas y las buenas.
La quiero, pero no la necesito, grábalo a fuego en tu mente. No luches por algo que ya sabes que está perdido, pero asegúrate de jugar, asegúrate de perder o ganar… ¡Juega!
¿Te aburriste demasiado rápido de su juego? ¡Cambia a otro! A veces nos empeñamos en buscar siempre lo mismo en cada persona, en buscar esos rasgos que hacían a tu ex especial, esos pequeños detalles que no se ven a simple vista, hacemos mal. Cada persona es especial en sí misma, unas destacan por ser completamente gilipollas, pero por cada gilipollas que te cruzas, hay alguien que te está esperando, alguien que está esperando a que le hables.
Fíjate en las estrellas si eres de esas personas que creen que mirar al cielo le dará alguna respuesta, piensa que debes buscar a esa persona entre ese mar de estrellas y jamás la tendrás.
Estás en la tierra, por favor, quédate aquí y deja el cielo porque aquí se está genial, aprecia cada pequeño detalle que hay aquí, olvídate de estrellas inalcanzables y haz ese cruce de miradas conmigo que tanto deseas, pero… ¡Hazlo!
Es estúpido mirar a alguien si este no te mira, si no cruzáis una mirada. ¿Te has fijado en las finales de todos los grandes torneos de fútbol? Bueno, claro, no ves fútbol, me da igual, te lo contaré igualmente:
Cuando los jugadores salen al terreno de juego, desde los vestuarios, pasan al lado de la copa que darán al vencedor y si te fijas, casi ninguno la mira. ¿Por qué? Porque primero hay que ganarla, ¿disfrutas mirando? Perfecto, yo disfruto ganando, y quiero ganar esa copa y una vez la gane ya podré hacer lo que quiera con ella, incluso un “Sergio Ramos” y tirarla desde lo alto de un autobús, pero primero… ¡Hay que ganárselo!
El problema es cuando ya no hay copa que ganar, cuando ya no sientes que juegues, cuando caes en la monotonía, pero una monotonía que te priva de libertad, una monotonía encarcelada como yo la llamo. En otras palabras, una relación que no te aporta nada, que estás por estar, por asegurarte un polvo, pero eso es lo único que tienes, sexo que ni siquiera es bueno. ¿Mi consejo? Sal de tu jaula y pírate de ahí cuanto antes, hay un modo esperándote ahí fuera, chicos y chicas que desean conocerte y que no se van a arriesgar a romper los barrotes de tu jaula para que luego no te atrevas a salir de ella.
La verdad que explicado así, hasta yo mismo sería capaz de convencerme, lo malo es cuando te pasa a ti y no ves los barrotes de la jaula. Ahora mismo yo me siento fuera de esa jaula, puedo hacer lo que quiero, cuando quiero y con quien quiero, pero somos humanos, queremos lo que no tenemos y yo… Quiero volver a tener una jaula con buenos barrotes y sin timbre, que nadie me moleste y me invite a salir, que ni siquiera yo quiera salir, y que por supuesto, si yo estoy en esa jaula, que tú estés conmigo.
Te echan comida a diario, te ponen agua y hasta te dan cariño, ¿por qué ibas a querer salir?
Pues es sencillo, quieres salir porque a veces ganarte las cosas por ti mismo es mucho más gratificante al estar esperando a que tu dueño te eche agua como hace cada día.
¿Dije que quería estar en una jaula? ¡Lo retiro! Con lo que me gusta a mi comer… de todo un poco.
Me siento como me sentía hace unos años al escribir una redacción sobre X tema, me ponía todo el rato a dar vueltas a lo mismo… Un folio, dos folios, tres folios… y al final me daba cuenta que seguía sin decir nada.
Pero creo que esta vez si he captado la idea.
Hay gente que le gusta vivir enjaulado ya que les dan agua y comida a diario y aunque no vean nada más, no lo necesitan.
Luego hay otros que prefieren la libertad y el riesgo de tener que buscarse la vida cada día para conseguir agua y comida.
Y yo… Yo lo quiero todo.

Era un día gris, uno de esos días que sería capaz de entristecer hasta al más positivo, llovía e iba a seguir así durante todo el día, sin reloj, sería totalmente imposible saber qué hora era. ¿Lo bueno del día? No hacía frío y estaba con ella, viendo el mar.
Habíamos cogido el Cercanías y nos encontrábamos en Sitges, una pequeña localidad de la costa catalana, bastante conocida por su festival y por los maricones calvos con tirantes.
Nos estábamos calando, pero estábamos en pleno debate sobre si éramos gilipollas o si éramos muy gilipollas, al menos estábamos de acuerdo en algo, ambos éramos gilipollas, nos faltaba dar con cuánto lo éramos.
Si alguno es de allí recordaréis una lluvia torrencial que cayó hace un par de años, pues sí, yo estuve allí y no paraba de llover, al final nos tuvimos que proteger con un centenar de personas en las tiendas cercanas al paseo marítimo.
Las sirenas sonaban, los bomberos y la policía no daba abasto, el paseo marítimo era un río de barro y la carretera fronteriza a donde nos encontrábamos se estaba convirtiendo en un segundo río. Estábamos rodeados, veníamos de visita, de relax, y ahora nos encontrábamos asombrados de lo que se había liado en pocos minutos.
Nuestra discusión ya carecía de sentido, al fin y al cabo, antes tampoco lo tenía, al final lo dejamos en un “somos gilipollas” y se acabó, hay cosas más importantes que discutir sobre si estábamos haciendo bien o no, a veces es peor la duda que el errar.
Tras media hora larga viendo como no paraba de llover, nos pusimos a decidir qué hacer, aún teníamos que volver y no sabíamos cómo estaría el Cercanías y cómo le afectaría semejante tromba de agua.
Al menos, íbamos a cenar algo.
Salimos como unos locos a correr por las calles de Sitges, hasta que dimos con un restaurante bastante atractivo, no recuerdo el nombre pero tenía algo que ver con los piratas. (Si alguno lo conoce, le agradeceré que me diga su nombre. Entramos y no recuerdo qué pedimos, tampoco os importa, pero si queréis me lo invento y os narro cómo me comí un solomillo con patatas fritas y salsa roquefort. Pues bien, empecé por agarrar el tenedor y el cuchillo y… No, no os daré el coñazo.
Terminamos de comer, ambos nos pedimos de postre una crema catalana, ya que estaba aquí… Tenía pensado comerme la crema catalana primero y después a la catalana.
Os ahorraré detalles, os diré que ya estábamos en los baños, había gente y que nos daba igual, a mi no iban a conocerme y a ella tampoco, aunque puede que lo hagáis ahora.
Nos metimos en uno de los baños y cerramos la puerta, ella me empezó a comer la boca, que fuese tan directa sacaba de mí mis instintos más primaros.
Le agarré la cabeza y la apreté a mí, ella hizo lo propio y subió una pierna, quería apretarse a mí, notarme, devorarme.
De repente, todo paró, me dijo que esperase, pero yo no podía parar y mientras ella quitaba el pestillo yo seguía comiéndole el cuello, tenía unas ganas increíbles de follármela, de comérselo, de que me la comiese, de correrme.
Abrió la puerta conmigo prácticamente pegado como una lapa, recorriendo con mi lengua y mis manos cada parte de su cuerpo. Se acercó a la puerta principal de los baños y la cerró.
Se sentó sobre el lavabo y abrió las piernas, con cara de que acababa de hacer una genialidad. Mi polla se puso dura como jamás la había tenido, ¿follármela sobre los lavabos de unos baños de un restaurante con un espejo detrás? ¿Quién no querría algo parecido?
Colé mi cuerpo entre sus piernas y me puse a besarla, a disfrutar de su lengua, de toda su boca, de sus labios…
Mis manos estaban en su cintura, acariciándola mientras mi lengua y la suya jugueteaban, pero una de mis manos ya quería bajar, y yo no se lo impedí. Comencé a colar mi mano derecha por debajo de su vestido y la metí por dentro de la braguita del bikini.
Empecé a penetrarle con dos dedos y a acariciarle los labios del coño con delicadeza, igual que manoseaba su clítoris. Nada, si le gustaba, no me lo demostraba, seguía comiéndome la boca y agarrando mi cuello y espalda como si no pasara nada.
Mis dedos jugaban dentro de ella, iban de un lado a otro, le arañaban, pero nada.
Me lancé a su cuello y empecé a besarla, no le quedaba otra que demostrar placer, le empecé a agarrar los pechos a través del vestido y me bajé el bañador.
Fue verme la polla y ella se agachó a chupármela, como si lo hubiese estado esperando todo el día. Se la metía en la boca mientras me la masturbaba y la apretaba con sus labios, me lamía los huevos mientras me hacía una paja, me la lamía de lado a lado con su lengua poniendo cara de que le encantaba lo que me estaba haciendo, era increíble.
De repente paró, y me dijo que me la follase y yo a una petición así en un momento como este, nunca digo que no, bueno, dejémoslo en casi nunca. Le moví la braguita del bikini y me la froté entre los labios de su coño, mojándomela por completo, froté la punta por uno de sus labios y luego en su clítoris, le metí la puntita y le miré a los ojos.
Le fui penetrando poco a poco, viendo como cambiaba su cara al sentir mi polla entrando. Fóllame, me decía.
Empecé a penetrarle despacio, al cambio de unos minutos los golpes de mi cuerpo contra el suyo hacían eco en el baño, ella aguantaba sus gemidos y yo estaba deseando correrme, pero no era capaz.
Se dio la vuelta y apoyo ambas manos sobre el lavabo, yo me coloqué detrás y me puse a penetrarla así, viendo su cara y la mía en el espejo. Un minuto, dos minutos, cada vez le daba más fuerte, tres minutos… nada, no me corría.
Ella se agachó y me la empezó a chupar, ya lo notaba, iba a correrme y… me corrí en su boca, lo vi todo en su boca y se acabó.
Fue la primera vez que me corrí ahí, la primera vez que me dejó, la primera vez que no me dijo nada, la primera vez que ni siquiera dije un “yo te aviso”, nos dejamos llevar sin más.
No había noticias de que los GEO ni de que ningún cliente o empleado del bar se hubiese enterado de lo que habíamos hecho allí, todo había salido a la perfección, todo seguía igual y una vez más, el sexo nos había hecho olvidar, para luego hacernos recordar, justo como ahora.

¿Moraleja de esta historia? No sé si es exactamente la moraleja, pero es curioso que de aquel día “tan estupendo” con tantas anécdotas, de lo que más me acuerde sea de aquel polvo, el sexo siempre será sexo y de un modo u otro todos luchamos por ello, porque nos hace olvidar el resto del día, incluso a veces nos hace olvidar a las personas.
Y para terminar, te daré un consejo, nunca folles para olvidar, folla para disfrutar.

2 comentarios en «Olvídate de olvidar»

  1. y como puedes evitar aburrirte del juego? yo me aburro fácilmente, seguramente porque no encontré lo que busco.. no se..pero es algo que me pregunto bastante ¿en la variedad está el gusto?.. uff.. yo ahora que estoy fuera de la jaula.. prefiero pensar que sí.

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