Nuestra vida está marcada por nuestras elecciones, el hecho de no elegir entre ninguna de todas las opciones que nos dan, ya nos está haciendo elegir.
Yo tuve que elegir, tuve que elegir entre mil caminos y me tentaba la elección de no escoger ninguno de ellos, de creer que así sería libre. Me engañaba.
Siempre pensé que mi libertad dependía de no depender de nadie y de que nadie dependiese de mí, me equivocaba, yo necesito a las personas tanto o más que tú que estás leyendo esto. Nadie me ha obligado, nadie me ha puesto una pistola en la cabeza y me obligado a aclararme, ¿me estaré volviendo mayor?
Será eso, esto de hablar conmigo mismo no me da respuestas, sólo consigo hacerme más preguntas…
¿Hice lo correcto? ¿Ha hecho ella lo correcto? ¿Arriesgamos demasiado?
Y por supuesto, la más importante… ¿Seré feliz?
Es triste cuando tu felicidad depende de alguien que no eres tú, pero a veces no queda otra, siempre he creído en el amor como el que más, por eso quizá busque tanto en las personas, por eso las critico tanto y por eso me alejo de quien creo que puede entrar en mi vida y revolvérmela por completo, sin yo poder hacer nada.
Hablando de tristeza, también es triste lo que hice con muchas personas que quedaron por el camino, personas excepcionales que espero que llenen su vacío pronto, ya que se lo merecen más que yo y muchos que vosotros. A veces una personalidad fuerte no es más que una fachada, un método de defensa para ir diezmando a los posibles candidatos para el corazón, recordad esto.
¿Os tengo que hablar de ella? Sí, siempre lo hago, pero no sería objetivo, mejor que se describa ella misma:
Siempre he considerado que soy una persona dulce y simpática, con un carácter no demasiado fuerte y con una capacidad asombrosa de olvidarme de todo. Sincera y fiel hasta que dejan de serlo conmigo. Demasiado comprensiva y empática, vergonzosa incluso para escribir éstas líneas.
Bueno, creo que ya es hora de entrar en materia. Me encantaría contaros una historia de amor de película, pero ni a mí me gustan los arco iris de colores, ni este es un blog en el que cuente ese tipo de cosas, al menos no directamente.
No era una mera tensión sexual que una noche de sexo contra las paredes iba a saciar, era algo más.
¿Sabéis esa conexión especial que tenéis con cierta persona? Ya sea amigo, pareja… Eso me ocurría con ella, por eso me arriesgaré.
Sus ojos brillaban de felicidad, tal vez por las privilegiadas vistas que teníamos desde los 300 metros de altura que posee la Torre Eiffel. París tiene algo especial, he tenido suerte de viajar por Francia e incluso de tener familia francesa, no me gustan ni los franceses ni el resto de Francia, pero París… Amigos, París es realmente especial.
No sé si será porque dicen que es la ciudad del amor, o por las películas, no sé si será la Torre Eiffel o la mierda de clima que te vuelve más sentimental, no lo sé, pero me encanta.
Me saltaré esa parte de la historia que no os interesa y pasaré a cuando ya la tenía en la cama, de espaldas y completamente desnuda.
Le aparté el pelo y empecé a besarle la nuca, recorriendo toda su espalda con mis besos, haciendo que su temperatura subiese sin parar. Empecé a darle mordiscos por las caderas, a besarle el cuello, a jugar con mis manos, a masturbarle con tres dedos.
Ella no paraba de gemir, el tiempo pasaba sin que yo me diese cuenta, la penetré lentamente y…
Me gustaría añadir algo que quizá os cambie la vida:
Ser simpático/a no significa que os quiera follar, de nada.
No os preocupéis, habrá más relatos esta semana.
Gracias a @andreagea por la foto
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