¡Disfruta mucho más de ti!

Buscando y encontrando

Estamos tan ansiosos y ponemos tanto empeño en buscar que a veces no nos damos cuenta de que lo mejor siempre nos acaba encontrando. En nuestra búsqueda, estamos acostumbrados a desechar todo lo que encontramos y a ser cada vez más y más exquisitos en aquello que buscamos. Estamos tan jodidamente puteados de que cada vez que encontramos a alguien especial, este nos aburra, que al final nos centramos en buscar ni en encontrar.
Nunca sabes cuando una persona va a llegar a ti, nunca sabes cuando vas a ser tú el que se deje encontrar, ni siquiera sabemos si tú eres la mujer de mi vida o yo puedo ser el hombre de la tuya.
Da igual, si te llega alguien especial, no pienses, actúa, si no conoces de nada a esa persona pero te apetece contarle tus más oscuros secretos, hazlo, quizá esa estúpida conexión que hay entre vosotros sea el principio de algo especial, como mínimo, echarás un polvo, que falta nos hace.
Siempre que me encuentro a alguien que merece la pena tiendo a querer entrar en su mente, a indagar en sus pensamientos y a predecir su futuro, ese es mi error, no lo cometas tú también.
Jugar nos gusta a todos, ¿hay algo mejor y más gratificante que convencer a la otra persona de que eres alguien que merece la pena como para que desnude su mente y su cuerpo para ti?
La entrada de hoy va sobre eso, estoy seguro de que a todos os ha pasado, esa extraña conexión que tienes con alguien del que ignoras su segundo apellido y a veces, hasta ignoras su nombre.

Habla, ríe, folla.
Hazlo en orden y serás feliz.

Hoy tocaba un día de relax, estaba tirado en el sofá, en ropa interior, viendo la TV. Os diría que había un montón de colillas y condones atados por el suelo, pero no voy a engañaros, había mierda, pero no fumo y creo ser lo suficientemente inteligente como para saber quién toma la píldora y quién no.
Como he dicho, hoy tocaba un día conmigo mismo, uno de esos días en los que no te apetece ni ducharte, ni salir a la calle, ni peinarte y mucho menos afeitarte, era un día de esos en los que te apetece ver llover a través de tu ventana y oler ese olor inconfundible a la primera lluvia del año, cuando se moja por primera vez el suelo.
Todo cambió, parece ser que no puedo relajarme ni un puto día sin que alguien me moleste y… el teléfono sonó.

– ¡Dime! Le dije, mientras la imagen de mi salón lleno de los restos de la cena de ayer venía a mi cabeza.
– ¡Hola tonto! Estoy en Madrid
– ¿Qué haces aquí? Le dije mientras bostezaba.
– He venido con unas amigas, ¿vas a salir esta noche?
– No sé por qué, pero creo que no me va a quedar otro remedio, ¿no?
– Haz lo que quieras, solo te preguntaba.
– ¿Cuál es el plan?
– Vamos a ir a casa de una amiga a hacer botellón, ¿por qué no te acercas con tus amigos?
– ¿A qué hora quieres que vaya?
– Pásate sobre las 12.
– Perfecto, dije mientras volvía a bostezar.
– Bueno, te dejo, que parece que te he despertado, ¡un beso!
– Un beso, a la noche te veo.

Y colgué.

Eran las 7 de la tarde y tenía 5 horas para prepararme, estaba nervioso por causarle buena impresión por lo que decidí ponerme manos a la obra y dormirme.

Abrí los ojos, la TV estaba encendida y eran las 10, después del sexo las siestas de más de 2 horas son mi vicio favorito.

Me duché, planché una camisa, cené, fui al metro y tras 11 paradas y 30 minutos después, ya había llegado a mi destino.
Llame al portero y directamente me abrieron, me metí en el ascensor y coloqué mi pelo de nuevo en el espejo de éste, al salir del ascensor ella me esperaba en la puerta.
Estaba preciosa, con su pelo moreno cayéndole, embutida en un vestido oscuro que sacaba a relucir todas sus curvas, un escote al que le faltaba una pegatina señalando que lo que tapaba era comestible y unos tacones que le ayudaban a poder mirarme casi de frente.
Nos dimos dos besos, a lo que yo aproveché para darle un pequeño abrazo y un cariño en la espalda, durante unos instantes me quedé mirando a sus labios mientras ella los abría poco a poco hasta quedarlos entre abiertos, pero de pronto… una amiga salió de dentro del piso y rompió nuestro momento.
Fue presentándome una a una a sus amigas, estaban todas medio pedo, creo que había llegado algo tarde.
Me senté en un sofá y me quedé pensando si emborracharme con vodka, si emborracharme con ella o ambas cosas. Por suerte la chica de la casa conservaba una botella de Barceló de un botellón pasado, por lo que al final me emborraché de ron y luego ya veríamos.
Mientras hablábamos sobre conversaciones triviales, yo aprovechaba parar mirarla, asegurándome que se daba cuenta. Con una mano le dije que se acercase y ella captando mi mensaje vino hasta donde estaba y se sentó sobre mis piernas, marcando territorio sobre sus amigas. Ya que estabas sobre mí aproveché para agarrarle la mano y tocarle la muñeca, sus pulsaciones estaban disparadas, estaba nerviosa, cachonda o ambas cosas.

– ¿Estás cómoda?
– Muy cómoda.

El brillo en sus ojos y la complicidad de aquel momento me hizo temerme lo peor, por suerte no duró mucho, nos íbamos a una discoteca.
Por cosas del destino no cabíamos todos en el ascensor, por lo que mientras sus amigas bajaban, me quedé con ella esperando.

– ¿Qué? Le dije en tono vacilón.
– ¿Qué de qué? Me respondió ella mientras ambos nos acercábamos.
– Eso digo yo, ¿qué de que? Mientras le agarraba la carita con ambas manos y me lanzaba a por uno de sus labios.

Me lancé a por su labio superior y empecé a mordisqueárselo, agarrando su carita con la palma de mis manos. Después del superior, pasé al inferior, clavando mis dientes en él y tirando, después de ese… Mi lengua entró en su boca y empiezo a jugar con el piercing que tenía la suya, nos empezamos a comer la boca como si el mundo se fuese a acabar, sin pensar en nada, pero… El ascensor llegó.

Nos montamos y mientras bajaba, aprovechamos para darnos 4 cariños junto con 4 besos, hasta que se abrió la puerta y nos acercamos a su grupo de amigas.
El mundo se había parado para nosotros y sus amigas lo sabían, no sé qué les habría contado pero estaban totalmente a favor de la situación entre nosotros.
Mientras ellas iban unos 5 metros delante nuestro, nosotros las seguíamos de una manera inconsciente, abrazados y parando de vez en cuando para darnos un muerdo, no sé qué cojones me había hecho esa chica, parecía que la conociese de toda la vida.
Por fin llegamos a la discoteca y nos pusimos en la cola para entrar por lista, esta vez estábamos todos juntos, por lo que le agarré de la mano y le susurré al oído que me acompañase, ella accedió, estaba súper receptiva.

– ¿Recuerdas que te dije que iba a secuestrarte? Le pregunté.
– Sí, dijo entre risas.
– Pues acabo de hacerlo, ¿te quieres despedir de ellas?
Ella se rió y no dijo nada, pero su mirada me lo dijo todo, se sentía cómoda y no quería romper este momento.

Llevándola de la mano la guié hasta la parada de metro más cercana, pero ya estaba cerrado, no me había fijado en la hora, eran más de las 3 de la madrugada.
Aprovechando que por la calle no pasaba nadie y con las ganas que tenía de ella, apoyé su espalda contra una pared y empecé a besarla, volví a jugar con su lengua, con su piercing…
Saqué la lengua de mi boca y le lamí desde la barbilla hasta su boca, una y otra vez, como si fuese un perro, a lo que ella me respondió sacando su lengua de la boca y yo aproveche para chupársela y para absorberla dentro de mi boca, se me estaba poniendo dura y al estar apretado a ella, estoy seguro de que lo había notado.

Me lancé a su cuello y lo empecé a saborear con mis labios, con mi lengua… todo esto mientras mis manos bajaban a su culo y mi cuerpo le apretaba más y más contra la pared.

– ¡Para!
– Oblígame, le respondí.

Al oír mis palabras no pudo hacer más que morderse el labio y lanzarme una mirada de esas que dicen: No soy fácil, dame una buena razón para hacer una excepción conmigo. Yo le lancé otra mirada en respuesta, no sé lo que entendió, pero giró la cabeza a un lado mostrándome su cuello para que me volviese a lanzar, pero no lo hice.
Le di la vuelta, y abracé su cuerpo de espaldas, ella sacó un poco el culo y lo apretó contra mi polla. Mis manos, que estaban en su cintura, empezaron a subir por su cuerpo, rozando sus tetas de una manera sutil, como si hubiese sido sin querer. Empecé a besarle el hombro derecho y a hacer el recorrido hombro-cuello cuello-hombro una y otra vez con mi lengua y mis labios.

Ella se dio la vuelta, tenía las pupilas completamente dilatadas, respiraba por la boca y me lanzó una mirada de esas que dicen: Devórame ahora mismo.
Me lancé a su escote y le empecé a lamer las tetas, al menos las partes que su vestido no tapaba. Mientras mi lengua lamía sus tetas, ella soltó un gemido, supe que era hora de parar. Le miré a los ojos, me encantaría follármela allí mismo.

– Estoy súper… No terminó la frase.
– Vámonos a mi casa, quiero tener todo el tiempo del mundo para conocerte sin ese vestido.

Cogimos un taxi, llegamos a mi casa, abrí la puerta y…

Se me lanzó literalmente encima, tanto que caímos al suelo, ella coló la mano bajo mi camiseta y empezó a acariciarme el pecho mientras me besaba.
Estando ella encima, empezó a desabrocharme el cinturón y por lo que pude ver, el sonido que hace la hebilla la puso más y más cachonda. Me bajó los pantalones y… me sacó la polla.
Me la agarró con una mano y empezó a masturbármela mientras iba acercando su cabeza, clavando su mirada en mi. Notar su lengua en mi polla, lamiéndola de arriba abajo fue orgásmico, pero verla… notar su piercing rozándose en mi punta, sus labios apretármela… Verla a ella comiéndome la polla era un placer de otro puto mundo.
Dejó mi polla y empezó a besarme el pecho mientras me hacía quitarme la camiseta. Me beso el pecho hasta que pasó a mi boca y nos estuvimos devorando así durante un buen rato, hasta que decidió levantarse y quedarse en ropa interior.
Tenía un sujetador negro a juego con el tanga y a mí me dolía la polla de lo dura que la tenía. Se volvió a poner sobre mí y empezó a chupármela de nuevo. Empecé a jadear del puto placer que me producían sus labios, su lengua, ella… Mientras me la comía pude ver como se metía la mano dentro del tanga y comenzaba a masturbarse, me tocaba.

Le agarré de la mano y me la llevé a la cama, me desnudé completamente y la tiré sobre la cama.

– Prepárate porque vas a subir al cielo antes de tiempo.

Una vez dicho esto, me puse sobre ella y empecé a devorarle la boca, sus labios me volvían loco, su mirada, el olor de su pelo, el sabor de su cuerpo… Mi polla no paraba de rozarse en el tanga que aún tenía puesto mientras una de mis traviesas manos le quitó el sujetador.
En cuanto vi sus tetas, me lancé a por una de ellas, empecé a lamerle el pezón y todo el pecho, a mordisqueárselo, lamérselo… no recuerdo todo lo que le hice, pero sé que lo estaba haciendo bien porque ella no paraba de gemir.
Olvidándome de sus sabrosas tetas, fui rozando mis labios por todo su cuerpo hasta llegar a su tanga, jugué con la goma de su tanga, a que se lo bajaba, a que no… Ella se mordía el labio intentando contener la rabia que le producía que no me lanzase a comérselo.
Empecé a recorrer sus largas piernas con mis labios, a lamerle las ingles, a morderle los muslos por el interior y me quedé mirando su tanga, cambiando mi mirada de su tanga a sus ojos. Con su mirada me estaba diciendo claramente que quería que se lo comiese.
Empecé a bajarle el tanga hasta que pude apreciar su coño perfectamente depilado, la boca se me hizo agua, mis labios empezaron a salivar al ver aquel manjar de otro mundo. Sin dudarlo, me lancé a por él.
En cuanto mi lengua lo rozó ella se sobresaltó, soltó un gemido y se dejó hacer mientras se retorcía de placer, apretando mi cabeza contra ella para que esa sensación no parase nunca.
Mi lengua estaba juguetona, iba de arriba abajo, entraba, se movía dentro, salía… mis labios besaban el interior de sus muslos, jugaban con los labios de su coño, con su clítoris… mis dedos, que penetraban y jugaban dentro de ella, junto con mi boca, hacían un dúo perfecto que le hizo llegar al primer orgasmo entre convulsiones y gritos.
No paré de comérselo, pasaron quince minutos, media hora… no quería parar, estaba realmente concentrado en que mi polla siguiese tal y como estaba y más concentrado aún de que no cobrara vida y taladrase aquél perfecto coño, del cual me encantaba su sabor.
Mi lengua empezó a flaquear, estaba cansado, los músculos de mi boca empezaban a oponer resistencia y jamás sabremos si llegué a la hora seguida comiéndole el coño, ya que lo mejor vino después.
Le agarré ambas manos, le ayudé a levantarse de la cama, la dirigí a la cocina y le hice apoyar ambas manos sobre la encimera, poniéndose de espaldas a mí. Antes de penetrarle me quedé mirando la curva que hacía su espala al llegar a su culo, fue entonces cuando mi polla cobró vida… Me puse tras ella y empecé a mordisquearle el hombro, el cuello… mi polla rozaba sus nalgas y cada vez estaba más inquieta.
Mis labios empezaron a besarle la espalda, bajando poco a poco y volviendo a subir, mientras mis manos acariciaban su tripa, subían por su cintura y acariciaban sus pechos.

– ¡Métemela! Me gritó

Se la empecé a frotar en el coño, cuando ella volvió a gritar lo mismo y entonces ya no pude evitar penetrarle… Mi polla entró en su coño despacio, muy despacio, quería saborearlo lentamente, notar su calor poco a poco… Pasé mis brazos por delante y agarré sus manos, que tenía apoyadas en la encimera y empecé a follármela.
Mi cuerpo golpeaba contra el suyo y yo no podía evitar jadear de placer, aunque sus gemidos silenciaban los míos. Me la estuve follando así durante un buen rato, rozando todo su cuerpo, apretando sus manos con las mías, entrelazando los dedos… besando su cuello y sus hombros mientras le producía otro orgasmo…
Le di la vuelta, hice que se sentase en la encimera, le abrí las piernas, me colé entre ella y comencé a follármela así, viendo su carita de placer y sus tetas mojadas por haber pasado por allí mi lengua.
Saqué mermelada y se la esparcí por las tetas, dándole un masaje con mis manos mientras lo hacía, hasta que mi cabeza se lanzó a por ellas y se la empecé a comer, al cabo de pocos minutos ya no le quedaba gota de mermelada.
Mi polla seguía entrando y saliendo sin parar, mis manos en su culo la empujaban contra mí, quería metérsela hasta el fondo. Empezó a gemir más y más fuerte, iba a correrse, echó la cabeza hacia atrás y aproveché para besarle el cuello mientras se corría cinco minutos después, me corrí yo.

Estuvimos follando hasta que nuestro físico dijo basta, fue entonces cuando nos empezamos a follar mentalmente, hablando, mientras estábamos tirados en la cama, ya con la luz apagada, dejando que nuestros sentimientos saliesen, ya no nos seríamos vulnerables, al menos no durante lo que quedaba de noche.

Nos dormimos y así acabó aquella noche, pero no fue mejor que la siguiente, donde le hice de guía y conseguí que se enamorase de Madrid.

Es algo maravilloso cuando una persona que no conoces de casi nada logra llegar a ti, penetra en tu mente y habla con tu niño interior, con ese que ocultas a todo el mundo, cuando podéis miraros y notáis esa conexión, esa complicidad.
Eso debería ser el sexo.
Me lleno de orgullo al pensar que si le produje un orgasmo al comérselo, no fue por cómo se lo comí, fue porque fui yo el que se lo comió. Y a ti te tiene que llenar de orgullo que no fue cómo me follaste, lo importante fue que lo hiciste tú.

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