Terminaré estos tres últimos relatos a la vez y es que de algún modo estos tres últimos relatos están relacionados entre sí.
Ahora toca hablaros de mi pasado más presente, toca hablaros de Eme, toca hablaros de Marta.
Muchas veces me he preguntado cuánta culpa tendrán las frases hechas y las películas a la hora de que nosotros, los tontos de a pie, no tomemos ciertas decisiones. ¿Cuántas decisiones tomamos realmente nosotros? Ya volveremos al tema.
Con ella me pasó lo mismo que con otras dos chicas, una es mi mujer del momento y la otra es la dueña y señora de este blog, porque aunque lo escriba yo el diseño es puramente suyo.
¿Qué me pasó? Que todo me salía a pedir de boca, de algún modo extraño notaba una cierta conexión con ellas que sabía perfectamente lo que pensaban en cada momento, incluso sabía cosas que les habían ocurrido en su vida o cuándo, mientras hablábamos por Twitter o Facebook, se estaban relamiendo o mordiendo el labio por mí o incluso les engañaba para decirles que miraran hacia atrás y yo sabía cuando lo hacían.
Puede pareceros algo normal, pero he conocido muchísimas chicas y os aseguro que de todas ellas esta extraña conexión sólo la he tenido con ellas, quizá podamos añadir una morena más, pero ya está, el tanto por ciento sigue siendo muy bajo, sin llegar ni siquiera al 1%.
A simple vista parece una ventaja tener esa conexión con alguien, saber todo lo que piensan, conseguir ser especial para ellas porque ellas también notan esa conexión que no pueden explicar. Aunque quizá las películas y las frases hechas sí tengan razón aquí, y es que cuando todo es demasiado fácil, al final nos cansamos, y de algún modo eso es lo que me pasó a mí.
De algún modo me agobié de la rubia que ilustra mi blog al verlo todo tan fácil, igual que me relajé en mi relación con Marta en la que hasta que no me dejó creo que no me enamoré, para colmo ahora me pasa lo mismo con Helena aunque al menos tengo la «ventaja» de que sé que lo nuestro es imposible.
Películas, frases hechas… Siempre es más fácil ver lo bueno y lo malo en los demás, fijarnos en la mayoría, fijarnos en lo que otros dicen para que así nuestras decisiones no parezcan tan erróneas si la cagamos.
Las segundas partes nunca fueron buenas.
Las segundas partes no son buenas si ya de por sí la primera película es mala, ¿pero y el resto? ¿Y Star Wars, El Señor de los Anillos, Harry Potter o incluso Matrix?
Creo que hasta aquí todo claro, confío en que al menos conocéis una de esas películas para poder seguir con mi crítica y sino, estoy seguro de que algún chico que conozcáis estará encantado de verlas con vosotras, ya que aunque no os lo creáis son esas las películas que nos gustan y no «El diario de Noah» y similares.
Llega un momento en el que nos escudamos en los demás, nos hemos saltado esa parte de que las segundas partes son malas, ahora sabemos que no siempre lo son, por eso es ahora cuando pensamos en las posibles consecuencias de hacer una segunda parte. Es cuando pensamos en el qué dirán, pensamos en nuestra familia en los impedimentos que pondrán, pensamos en nuestros amigos y pensamos en todo lo que contamos sobre esa persona que ahora podría volver a nuestra vida. Aquí es cuando realmente está el gran paso, cuando nos enfrentamos a todo y todos por una persona que hace tiempo fue la persona más especial y que ahora realmente no sabemos quién es, eso es magia.
Supongo que por estas razones nunca le hablé a mi familia de Jara, ni siquiera saben que existe. Viva la ignorancia, sobretodo si es la de los demás con respecto a ti.
Complicado dar el paso, ¿verdad? Quieres a una persona y ahora sólo te paras a pensar en lo complicado que es todo de nuevo, sabes que quieres estar con esa persona, pero te da miedo el qué dirán y al final es posible que pierdas una oportunidad de oro por gente que trata de controlar tu vida y que para colmo, la controla.
Supongo que debe ser muy dura la vida de alguien débil, de alguien que siempre necesite de películas, de frases hechas o de la opinión de otros para saber que es lo que realmente quiere él, porque al final está viviendo la vida que otros quieren para él, en lo bueno y por supuesto también en lo malo.
Por supuesto estaba generalizando, aunque creo que podría singularizar también, pero no creo que ese «singular» en cuestión siga todos los puntos uno por uno, espero que no, porque espero que ya no tengamos esa conexión en la que yo me relajé y con su ayuda lo echamos todo a perder, ahora no quiero estar relajado ni cuando estoy sentado en el váter, quiero estar alerta, siempre alerta.
La verdad es que me pregunto muchas veces cuántas relaciones no volverán a ser las mismas simplemente por cosas que pensamos que le otro piensa y que muchas veces no hace. Cuántas personas seguirán enamoradas y no vuelven a intentarlo porque creen que el otro no le echa de menos sin siquiera habérselo preguntado. Incluso me gustaría saber cuánta gente ha mentido al decir que ya no quería a una persona por miedo a quererlo incluso más que antes, sin saber que una respuesta positiva hubiese desembarcado en un cuento en el que siempre quisieron vivir como protagonistas.
Al final todo se resume en miedo, en pensar que la otra persona hace o piensa cosas que realmente no son así.
Piensa mal y acertarás.
¿Qué os decía? Las frases hechas hacen mucho daño y esta vez para singularizar un poco os diré que en esta situación me siento tan culpable como en mi primera relación, ya que ella me pidió que la esperara hasta junio y de algún modo casual o no, ella volvió en esa fecha. Fue entonces cuando ella se hizo ideas en su cabeza y puso sus defensas por creer que los éxitos en mi vida dependieron de que ella se alejó de mí, supongo que todos nos autoengañamos a veces, incluso yo lo hice, todos tenemos culpa de lo que nos ocurre.
Supongo que yo no valoré lo suficiente su intento de venirse a Francia conmigo, ni sus llamadas borracha, ni llamarme por teléfono hasta las tantas de la mañana cuando ni siquiera teníamos ningún tema de conversación. Aunque de algún modo yo también tengo culpa de todo lo que pasó, Helena tiene culpa, este blog tiene culpa, la distancia tiene culpa y esta vez ya no teníamos fuerzas o simplemente las escondimos para vete tú a saber qué, y es que esta vez sí que la cagué yo y no ella.
Supongo que yo también sigo esas frases hechas y las películas, me gusta complicarme la vida y algo que probablemente hubiera sido sencillo si ambos hubiésemos dado aquel gran paso del que he hablado antes, al final se convirtió en una cagada monumental. De los errores se aprende, porque al fin y al cabo es de mis fallos de los que más me acuerdo.
Ya quisiera Marta tener mis labios…